XVIII

15 5 0
                                    

Al final resultó que sí era necesaria la presencia de aquella señora que realmente no cobraba mucho, incluso les ofreció una rebaja por sus visitas semanales, pero Anne y su esposo dijeron que no y le pagaron el precio justo por su trabajo.

— Me siento como si fuera mi primer embarazo— le confesó Anne antes que la señora se fuera—, me siento tan torpe e insegura.

— Es normal señora— respondió la mujer—, la pérdida de un niño es difícil y recuperarse es más, incluso una nunca se llega a recuperar del todo, el recuerdo siempre invade.

— Pero cómo me ve usted ¿me veo saludable?— era una pregunta que Anne siempre hacía, le era inevitable— ¿mi niño estará bien?

— Ambos están muy bien— asintió la señora con ternura—, mire cómo lleva el vientre, todo llenito y redondo, es un niño, se lo aseguro.

— Y se mueve mucho— agregó Anne un poco tranquila— ¿Cómo sabe que es un niño?

— Con mi experiencia, es que he visto tantos que ya no me equivoco.

— ¿Usted vendrá cuando entre en labor?— otra pregunta habitual.

— Sí señora, no más mándeme a llamar a casa y si no me encuentran, deje el recado al chico que corre como ninguno y es experto en encontrarme.

Y dicho esto terminó la reunión y Anne la acompañó a la puerta donde la alcanzó su esposo.

— Deja de atosigar a la señora con las mismas preguntas— dijo él en reproche.

— No puedo evitarlo— respondió Anne—, estoy muy nerviosa, si no hablo me dominan los temores, y tocó mi vientre para saber si se sigue moviendo.

— Los dos están bien— la calmó Adrián una vez más— ¿Cuánto dice que te falta?

— Calcula que menos de un mes— respondió Anne nerviosa como la primera vez, pero por razón distinta— ¿estarás conmigo?

— Sí— era otra pregunta repetida y otra respuesta repetida—, pero solo me quedaré la primera semana, lo del Puerto se está concluyendo y necesito supervisar la inversión del transporte, todo tiene que estar según a como nos prometieron o sino debo alistar una enorme demanda.

— No habrá nada malo, ya lo verás— aseguró Anne, dueña del positivismo para los otros, como si viera el futuro— y esperaremos tu regreso, tus tres hijos y tu hija.

— Veo que estás segura con la señora— ella asintió—, ve a descansar.

— No lo necesito— negó Anne—, subiré con los niños, pronto Henry deberá comenzar sus lecciones y quiero aprovechar mi tiempo con él— subió con su esposo a su lado—. Por cierto, cuando no estés ¿mandarás a tu amigo por aquí?

— Sí— Adrián sabía lo mucho que a ella le disgustaba la presencia del amigo.

— Oh— Anne asintió sin ganas y se animó a decir de una vez por todas—, lo siento, es que no puedo entender cómo es que es tu amigo.

— Crecimos juntos— respondió Adrián afuera de la habitación de los niños— y estudiamos juntos porque nuestro profesor era el mismo.

— Amigo de infancia— entendió Anne.

— Sí, mi madre quería que me relacione con chicos de mi edad y convino con su amiga más cercana para que tomemos las lecciones en su casa o en la mía— siguió explicando—, un gran inconveniente, si me lo preguntas a mí, y fuimos amigos desde allí.

— No tenías de otra— fue la conclusión de Anne.

— Algo así— y entraron a ver a los niños que jugaban tranquilamente en la habitación, favorita por ser la más grande, del hijo mayor.

La Princesa Errante Encontró Un HogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora