Capítulo 16

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"Eres casado"

Charlotte Harrison

Vuelvo a casa tratando de pensar con claridad lo que Oliver y yo hemos hablado. Estaciono en una cafetería reconocida, adentrándome a ella después de unos minutos. Hago fila por unos minutos hasta tener mi orden en la mano. Conforme camino a la salida, choco con alguien más de hombro a hombro.

—¡Lo siento! —exclama la voz de alguien que reconozco al momento.

Vuelvo la mirada hacia ella, a ésta le cambia el semblante, se le endurece el rostro al mirarme.

—No hay problema —le respondo a Mersy.

Sigo mi camino, tratando de evadir en mi mente la imagen de la rubia con el vientre abultado. Entonces, saliendo del establecimiento es que me doy cuenta de que alguien más la espera en su coche: Marcus.

Éste me mira desde su coche, lo sé porque ni siquiera lo disimula. Y cuando pienso que me seguirá, su acción es otra. Decide voltearse, hacer como si no existiese, y eso solo es prueba de que lo hace porque fui su amante y su mujer se encuentra a unos cuantos metros del estacionamiento. «Quizás siempre la preferirá a ella».

Subo a mi coche tan pronto como puedo poniéndolo en marcha. No volteo hacia él, ni hacia la rubia cuando sale sin nada en la mano. Conduzco hasta el departamento sintiendo una presión en el pecho, recordando cada uno de los momentos con Marcus, y no puedo evitar pensar en él hubiera. Si, ¿Qué hubiera pasado si yo no hubiese engañado a Oliver con su mejor amigo? ¿Aún seguiría siendo su esposa? ¿Sería feliz? 

La nostalgia se apodera de mi cuerpo con esos últimos pensamientos, y mi mente vuelve a lo hablado con Oliver por la mañana. Su dolor es el mío, porque a pesar de ya no amarlo le sigo teniendo cariño por siempre ser bueno y atento conmigo. Lo dañé, eso lo sé de sobra. Dañé a un hombre bueno...

Aparco en el estacionamiento del edificio, y al llegar a mi piso me encuentro con Izan y Nerón en el pasillo.

—¡A ti te quería encontrar, maldito! —exclamo, atacando al ver a mi hermano.

—¿Ahora que hice?

—Le dijiste a Oliver donde vivía, ¿Por qué lo hiciste? —cuestiono molesta.

—¡¿Qué?! Yo no se lo... cierto, si se lo dije.

—¡¿Por qué?!

—Se me salió, ¿vale? Qué más da.

—Estoy por empezar los trámites de divorcio Nerón, no puede estar viniendo a mi departamento como si todavía tuviésemos una relación sana, ¡porqué no la tenemos! —espeto molesta.

Le reclamo por lo menos cinco minutos, tiempo en el que me sigue él e Izan hasta adentrarnos a mi apartamento. Ambos se sientan en los sofás como si estuviesen en su casa, cosa que no me desagrada, me gusta tener gente en el apartamento, me ayuda a no sentirme sola. Pregunto por Nay, ya que no la he visto, e Izan hace una mueca al decirme que se fue un fin de semana con Osuna.

—Siento que nos hemos distanciado —le digo a Izan cuando camino a la cocina por una botella de agua.

—Si tu sientes eso, imagínate yo.

La tarde pasa. Es sábado y a cada nada miro la hora mentalizándome que debo estar lista para cuando pase Leister por mí. Me encamino a mi habitación para revisar mi closet y seleccionar lo que me pondré ésta noche. Entonces, de la nada recuerdo que quedé en preparar yo misma la cena. «Que estúpida, morirá intoxicado».

PERVERSOS 2° ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora