Capítulo 27

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Farid Leister

Vuelvo a tenerla acostada boca abajo, observo a detalle su delicada y exquisita espalda con lunares que ahora mismo me vuelven loco. La acaricio, y solo observo cómo es que se remueve al sentir el cosquilleo de la yema de mis dedos. Vuelve a removerse, pero ahora boca arriba dejando una vista perfecta de sus senos. Trago duro, y como si fuera poco mi entrepierna no deja de ponerse erecta cuando la veo desnuda. Sonrío, y opto por taparle los montículos de carne con la sábana en la que se encuentra envuelta.

—Todo un caballero —dice con la voz soñolienta, entre abriendo los ojos.

—Lo soy —respondo, levantándome de la cama.

Me encamino a la ducha con la esperanza de que Charlotte me siga, pero no lo hace, porque cuando salgo la veo en la cama acostada boca abajo. Sonrío al imaginarme una vida juntos, una vida que probablemente no le pueda dar con seguridad, al menos no en estos momentos. Me cambio colocando ropa cómoda, sobre todo para lo que tengo planeado durante el día junto a ella. Me acerco hacia ella con cautela, tomo asiento en la orilla de la cama y de la nada la yema de mis dedos rosa con la delicada piel de su espalda. Se remueve, abre los ojos y noto como sonríe de lado. Suspira, y el pecho se me oprime al pensar que la sigo poniendo en riesgo.

—Buenos días —saluda con la voz adormilada.

—Diría que buenos días, pero ya es tarde, así que ¡Arriba! —exclamo lo último girandola boca arriba.

—No me dejaste dormir ¿y ahora tampoco quieres que lo haga?

—Iremos de paseo.

—No traigo ropa cómoda —contesta sentandose en la cama, mientras sigo a colocarme zapatos casuales.

—Puedes ponerte lo mismo de ayer —respondo, dándole la espalda buscando una remera.

De pronto, escucho la lluvia artificial de la regadera seguido de la voz de Charlotte cantando una canción de Alicia Keys: If I Ain't Got You , porque si, conozco esa canción que tararea y canta la mujer que se encuentra en la ducha. Sonrío como un imbécil recordando que también por la noche se puso a cantar en la ducha canciones de Luis Miguel.

Salgo a la estancia en busca de algún bocado, tomo las frutas rojas del bol recordando que no he contratado a nadie de personal para que cocine. Llevo más de un mes así, comiendo en todas partes menos en el departamento.

—¿Te cocino algo? —pregunta, rodeandome la cintura con sus brazos.

Aspira el aroma de la remera que llevo puesta, y cuando me vuelvo hacia ella me doy cuenta que lleva puesto los mismos pantalones y una sudadera mía. Va descalza, se ve tierna tal y como la estoy devorando con la mirada. La elevo tomándola de la cintura, llevándome los labios carnosos a mi boca. La beso con delicadeza, pero eso no es lo suyo, porque a los tres segundos me rodea las caderas con sus piernas profundizando después el beso al meter su lengua a mi boca.

—¿Te he dicho que besas delicioso? —le pregunto, dejandole besos en el cuello.

—Me lo han dicho —sonríe.

El gesto me cambia, la suelto y con mi mano derecha le tomo la mandíbula con amenaza. Son celos, claro está, celos al imaginarme que alguien más la toca, la besa y la hace suya como lo hago yo en estos momentos.

—Pésima broma —respondo, acostandola en el sofá al mismo tiempo en el que me subo encima de ella abriéndola de piernas.

—Es la verdad —me vuelve a incitar, rodeándome el cuello con sus brazos.

Sonrío de lado acariciando mi nariz con la suya. Suelo ser romántico y este momento para mi lo es.

—¿A qué edad fue tu primer beso? —me pregunta.

PERVERSOS 2° ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora