Capítulo 25

518 44 5
                                    

Farid Leister

Miro al suelo, la mujer está que da pena cuando devuelve hasta el desayuno. Una mano la apoya a su rodilla, mientras la otra la apoya en mi abdomen dando arcadas. La sostengo de la cintura cuando por fin termina de vomitar y le doy un pañuelo que tomo de la recepción cuando llegamos a ésta. Camina a pasos lentos, y cuando veo que da arcadas amenazadoras la devuelvo a la salida.

—¿Te tomaste todo el alcohol del bar, o qué? —digo.

Charlotte niega limpiándose la boca con el pañuelo. Toma una bocanada profunda de oxígeno mirando después al suelo.

—Ven, vamos adentro —le digo, tomándola nuevamente de la cintura.

—Qué vergüenza... —susurra.

—Debería darte, estas que das pena.

—Me veo terrible —vuelve a quejarse.

—Y mañana estarás peor, ¿que tomaste? —le pregunto.

—Tequila —responde.

Las puertas del elevador se abren, dejo que se adentre primero en él y después la sigo. Segundos después cierran sus puertas, Charlotte se posiciona en el fondo recargándose en la pared. Cierra los ojos, y lo noto por el reflejo en la pared de enfrente. No vuelvo a mirarla, trato de ignorarla, pero es difícil hacerlo cuando viene vestida así, como la fantasía perfecta de cualquier hombre. Estatura promedio, labios carnosos y cuerpo perfecto. Perfecto para mí.

El sonido que indica que hemos llegado me interrumpe el pensamiento. Me vuelvo hacia ella tomándola del brazo y arrastrandola hacia adentro. Camina a duras penas, y aunque quisiera tenerle pena lo que en realidad siento es gracia. Se encuentra horrible, y no hablo del fisico, si no de su estado de embriaguez. Sé con quien ha estado bebiendo, estupido no soy como para no seguirle el paso a ésta mujer.

La encamino a la ducha deshaciéndome del abrigo. Lo dejo caer al suelo, y me es imposible no detallar el cuerpo con semejante y diminuto vestido. Me gusta la seguridad que desprende ella a la hora de vestirse, no le importa ni mucho menos le interesa ser criticada por alguien más. Después la siento en la tapa del retrete, le quito las botas y observo como mira con detenimiento el cuarto donde me ducho a diario. Es amplio, de ventanales oscurecidos y una ducha con bañera lo suficientemente grande donde cabemos perfectamente ambos. Camino hasta la bañera para abrir el grifo tratando de nivelar la temperatura del agua en las mezcladoras. Cuando lo hago vierto la fragancia, y vuelvo hacia ella que me mira con las pupilas dilatadas. Le sonrío de lado, porque a pesar de estar ebria, despeinada y desaliñada me sigue pareciendo hermosa.

—¿Por qué eres divinamente bello? —me halaga sin dejar de mirarme.

—¿Por qué será? A mi si me hicieron con amor —respondo tratando de sonar serio, pero fallo en el intento.

—Que seguridad señor Leister...

—Así soy —digo, encogiéndome de hombros —. Levanta los brazos.

—¿Me vas a desnudar? —asiento —, ¿me follaras? —pregunta.

Mi entrepierna palpita.

—Lo siento, no follo con borrachas.

—Oh, vamos bombón, follame —responde levantando los brazos.

Me deshago de su vestido, trago duro al ver los prominentes senos sin sostén, y la diminuta prenda color negra que lleva como bragas.

—No Charlotte —respondo.

Tomo un cepillo dental, dandoselo. Ella lo toma y camina tambaleando al lavabo. Sin decírselo, sabe lo que hará. Cepilla sus dientes, y cuando termina da la media vuelta quedando frente a mi.

PERVERSOS 2° ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora