Capítulo 20

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— Per... Perdóname... Tengamos un hijo... Formaremos una familia como querías... Haré lo que quieras, pero por favor, no me mates — La chica seguía arrastrándose para alejarse mientras rogaba por su miserable vida

— Ya es muy tarde para eso, no me interesa nada de ti — El chico se arrodilló encima de ella y con su camisa limpió suavemente la sangre del tenedor

— Pe... Pero, dijiste que me amabas — La chica habló entre sollozos — Si me amas, no me hagas esto, por favor, no lo hagas

— Tu eres la única mujer que he llegado a amar, fuiste la luz que iluminó mi vida cuando todo en ella era oscuridad, pero ambos sabemos que esto es lo mejor. No puedo hacerte mía por completo, pero al menos te mantendré como un hermoso recuerdo, la chica más bella que mis ojos pudieron ver en vida, te prometo que no habrá nadie más, tú serás la única por siempre

El chico levantó el tenedor dispuesto a clavarlo en el ojo de su amada, fue entonces cuando recordó todos los momentos que pasaron juntos, las veces que la vio sonreír, llorar, temblar, aquella vez que la vio de lejos sentada en el salón de clase de la universidad en la que trabajaba como conserje, esa vez en la que el rostro de la chica descansaba sobre su mano y su mirada se perdía en dirección hacia la ventana. El chico la vio ese día y supo desde entonces que estarían juntos por el resto de la eternidad. Él la había perseguido sin tener el valor de hablarle, había obtenido toda su información para ser la mejor opción que ella pudiera tener, con cinco años de diferencia, el chico se veía a sí mismo como el mejor partido que la chica pudiera desear. Después, ambos terminaron juntos como el destino lo tenía previsto, pero ella tuvo que arruinarlo todo con sus quejas, ¿Por qué no podía simplemente amarlo? Ese chico era más de lo que ella merecía.

Sin darse cuenta, el chico comenzó a llorar por todo los recuerdos que observó en su mente y más cuando la veía ahí, tirada en el suelo rogando por su vida. Por un momento sintió cambiar sus intenciones, pero no podía dejar que su amor arruinara su orgullo. Necesitaba darse el respeto que merecía, ya que la chica no lo trataba como debía, él tuvo que imponerle su rol como el hombre de la relación, así que, esa era la mejor decisión que pudo haber tomado y sabía que no se arrepentiría de ello.

— Te amo — Habló el chico con su rostro lleno de lágrimas que caían en el pecho de la chica. Eran lágrimas llenas de sentimiento, de amor puro, lágrimas que caían como señal de que, debía soltar su amor de una vez por todas.

El chico tomó impulso y se dirigió hacia el ojo de la chica, pero antes de que el tenedor pudiera tocar su córnea, un golpe fuerte sobre la cabeza lo hizo moverse hacia un lado cayendo al suelo. La sorpresa fue grande para él cuando distinguió a la persona que se había atrevido a golpearlo desprevenido, la chica no lo conocía, pero estaba inmensamente agradecida de que llegara justo a tiempo.

El oficial de policía que lo había investigado anteriormente por el asesinato del chico de las flores, estaba de pie con su bastón apretado en la mano y una mirada fría sobre aquel chico tirado en el suelo, justo al lado de la hermosa víctima de secuestro.

— Afuera está mi patrulla, espérame allí — El policía habló con la chica mientras se acercaba al chico.

— No te atrevas a irte o lo lamentarás — Dijo el chico al mirar como su novia se levantaba

— ¿Qué más puedes hacerme? Ibas a matarme de todos modos — La chica habló con valentía al esconderse tras la espalda del oficial

Por aquellas palabras, el chico no logró contener la risa y comenzó a reír locamente.

— ¿Qué? ¿Crees que podrás irte solo porque un oficial vino a rescatarte? ¡JA! Tenía razón, eres una completa zorra, apenas ves la oportunidad y te vas con otro hombre, pero ¿sabes algo? — El chico se levantó y el oficial se puso en guardia intentando defender a la chica al cubrirla con su brazo — Ese hombre con el que intentas escapar y al que probablemente termines cogiéndote como la zorra que eres, no es más que un imbécil, un estúpido marginado al que nadie conoce — El chico rió al recordar — Ni siquiera sus propios compañeros saben quién es. No puedes verlo como un salvador, tan solo puede causarte lástima!

— ¡Cállate! Si no quieres que te calle yo mismo ¡A golpes! — El oficial empezaba a perder la paciencia

— Que poca originalidad, eso ya lo dijiste antes y ¿qué crees? No resultó nada bien para ti — El chico se burlaba despiadadamente — ¿Qué? ¿Viniste solo? ¿No tienes amigos que se preocupen de que mueras? Eres un perdedor, de seguro te hacían bullying en la escuela, ¿No es así? ¿Te hiciste policía para defender a otros? Ay, qué pena me das, así que, si me devuelves a mi chica, dejaré que seas mi amigo, ¿Eh? ¿Qué dices? Para alguien como tú debe de ser un buen trato — Sus carcajadas eran tan fuertes que desesperaron al oficial

— ¡DIJE QUE TE CALLARAS! — Gritó el oficial antes de golpearlo con fuerza en la cabeza usando su garrote. El golpe fue tan fuerte que el chico cayó sobre la mesa y empezó a sangrar — Vete de aquí, como te dije, afuera está mi patrulla — Se dirigió a la chica y ésta salió corriendo de la cabaña sin preocuparse por el chico ensangrentado

— ¡¿A dónde vas?! ¡¡¡VUELVE!!! ¡¡¡ME LAS PAGARÁS MALDITA ZORRA!!! — Gritaba el chico al ver como el amor de su vida corría desesperada para huir de él

El chico se sintió mal al ver cómo su chica volvía a escapar, ¿Por qué lo hacía? Estaba seguro de que le daba una mejor vida de la que ella merecía, pues fue cariñoso y aún así no supo valorarlo. Por ello comprendió que en cierto modo era mejor así, ella no quería estar con él y ahora lo veía con claridad, ya era hora de dejarla ir y de ocuparse de otras cosas.

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