Capítulo 11

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- Tengo límites y tu actitud ya empieza a cansarme. Si este es el juego al que quieres entrar, entonces te enseñaré cómo moverte - El chico puso su pie sobre la cabeza de la chica e hizo presión en ella - Debes recordarlo, todo esto es tu culpa. Admítelo, te pasaste de la raya y no lo dejaré pasar una vez más

- Lo siento, por favor, déjame ir - La chica hablaba con palabras apretadas, literalmente

- ¿Te disculpas? Debiste hacerlo desde un principio. Ahora ya no importa, las reglas del juego cambiaron y te enseñaré a respetarme

El chico quitó el pie de la cabeza de su novia y a cambio la pateó en su abdomen con la fuerza suficiente para que esta gritara de dolor y se retorciera hasta quedar boca arriba mirando hacia el cielo.

- ¿Te gustan las estrellas? - El chico alzó su cabeza y se dejó iluminar por el brillo del maravilloso cielo estrellado - Creo que le falta un poco de color, quizá un poco de... ¿Rojo? - El chico volvió su vista hacia la mujer tumbada en el suelo que con la mirada aterrorizada y el pasto seco rodeando su cuerpo se envolvía en su cabeza. Una hermosa imagen, aunque... también le faltaba color - ¿Nos harías los honores? - El chico sonrío mientras oprimía con fuerza su pie derecho sobre el abdomen de la chica. Ella agonizaba, le faltaba el aire para respirar, pero él quería más, así que se paró sobre ella en ambos pies - Debo admitirlo, este juego empieza a ser divertido - Dijo entre risas

El chico se bajó de su amada, así que ella aprovechó para levantarse con muchos esfuerzos e intentar huir. Él solo la miraba con su sonrisa muy marcada en el rostro y cuando ésta por fin se puso de pie, el chico la haló del cabelló trayéndola hacia atrás para quedar apoyada sobre el pecho de su dueño. El chico inclinó su cabeza hasta el cuello de su amada e inhalando profundo, absorbía el olor de la chica que tanto lo volvía loco.

- Bésame - Dijo el chico mientras acariciaba la cintura de su novia y besaba su cuello

La chica logró desprenderse de quién la ataba en brazos y antes de que diera pasos para alejarse e intentar correr de nuevo, el chico la golpeó una y otra vez hasta que volvió a caer al suelo, entonces, la pateó con fuerza hasta que un hombre que se acercaba los interrumpió con una linterna de celular encendida.

El chico se agachó y le susurró a su presa:

- Quédate de espaldas y no digas nada - Luego se levantó y con una acogedora sonrisa averiguó quien era la persona entrometida - Ah, eres tú amigo, ya era hora de que volvieras - El chico le hablaba a su amigo el drogadicto que tras varias horas fuera, volvía de regreso a la cabaña

- ¿Qué hacen aquí a oscuras? - Preguntó el hombre mientras se acercaba y con su linterna iluminaba a la chica que permanecía de espaldas

- Salimos a pasear y ahora estamos regresando, mi celular se descargó - Respondió el chico que empezaba a avanzar de regreso a la cabaña sosteniendo el brazo de su amada para que ella lo siguiera.

Los tres regresaron a la vivienda. Primero entró la chica temblorosa y angustiada, luego entró el hombre quien curioseaba por la extraña actitud de ésta y por último entró el chico que cerró la puerta con seguro.

- Amigo, tu novia actúa extraño, ¿Qué le pasa? - Preguntó el hombre quien vivió en carne propia el dicho de "La curiosidad mató al gato"

Como respuesta a su pregunta, el chico tomó una de las botellas y la impactó contra la cabeza del hombre. Éste quedó aturdido con una herida que no paraba de sangrar, su cuerpo no pudo sostenerse por lo que cayó de rodillas mientras intentaba recuperarse para defenderse del "amigo" que lo atacó cobardemente. El chico aprovechó la posición del hombre para patear su espalda y hacerlo caer al suelo dejándolo inconsciente de una vez por todas.

La chica reaccionó pavorida retrocediendo para intentar alejarse lo más posible de aquella bestia que acababa de atacar a alguien de su círculo cercano. Si fue capaz de hacerle eso a su propio amigo, qué podía esperar ella recibir.

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