Veintidos

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            Dos días, dos días pasaron desde el ataque de los vampiros, desde que mi mate está inconsciente, y yo tengo mi corazón en mi mano

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            Dos días, dos días pasaron desde el ataque de los vampiros, desde que mi mate está inconsciente, y yo tengo mi corazón en mi mano. Todas estas semanas que estuvimos juntos pero separados, gracias a mí, y cuando al fin me decido por estar con ella, ella simplemente se desvanece entre mis dedos. Esto era lo que no quería que sucediera, no quería perderme por una mujer, no quería que mi corazón lata solamente por el de la otra persona, pero parece que ya es muy tarde para eso, porque mi corazón solamente late por y para Aila Kanye.

Desde hace dos días tenemos a los vampiros que sobrevivieron en los calabozos, Malik rasguñaba en mi interior para ir a matarlos, por su culpa nuestra mate está en este estado, pero no podía separarme de ella, su abuela me lo había prohibido, me había dicho que el vínculo la fortalecería, por eso desde hacía dos días no me he movido de su lado. Aunque han intentado sacarle información a esos vampiros, Einar me ha dicho que no han logrado nada, y está también esa pésima noticia que me dio, el hijo de puta del príncipe había logrado escapar.

-¿Cómo sigue? – la voz de Aitana logró sobresaltarme, no la escuché entrar a la habitación.

-Igual – suspiro.

-¿Quieres ir a tomar un poco de aire? Tal vez dejar que Malik corra un poco, lo necesitas, y yo puedo quedarme con ella – Aitana camina hasta mí y apoya una de sus pequeñas manos en mi hombro, mientras yo niego con la cabeza.

-Sanza me dijo que no me separe de ella.

-Yo creo que no era para que te lo tomes tan literal Anoki, has estado a su lado por dos días enteros, separándote solo para ir al baño, ve, yo me quedo con ella.

-Estoy bien – vuelvo a negar con la cabeza.

-Anoki...

-No Aiti, no voy a dejarla, no la voy a dejar sola de nuevo – susurro lo último, escucho a Aitana suspirar y caminar hasta sentarse en la cama, a lado de Aila y frente a mí.

-Anoki, mírame – me pide y yo la obedezco – Cuando Aila se despierte va a querer verte bien, y ahorita mismo estás hecho un desastre – se burla de mí con el fin de hacerme sonreír, pero no lo logra.

-Es mi culpa que esté así, es mi culpa – le digo desesperado, mientras la veo negar con la cabeza.

-Es la culpa de ese príncipe imbécil que está obsesionado con ella.

-Es mi culpa, porque yo lo ataqué, Aila me dijo que no lo haga, pero él dijo cosas de ella y yo... yo no pude ni quise controlarme, lo ataqué, y todos esos vampiros se vinieron contra mí, contra Otto y Einar, ellos también podrían estar lastimados, o cualquiera de los guardias, y solo por mi imprudencia – paso la mano por mi pelo, despeinándolo con desesperación – Por eso ella usó todo su poder, porque no podíamos contra ellos, porque desarmamos filas, porque yo la desarmé.

Una Bruja para el BetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora