Capítulo 20

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—Hey, para. Steve detente- le supliqué primero de manera firme, y después con la voz quebrada por el nerviosismo. —Ya, es suficiente.

Él me ignoró completamente y continuó bajando por entre mis senos, mientras más lo llamaba para que se detuviera, más fuerte agarraba mis muñecas contra la cama, lo que me hacía pensar que se me romperían en cualquier momento. Tampoco podía mover mis piernas porque estaba completamente aprisionada por él. Me movía tanto como podía, pero no era suficiente, la ansiedad comenzó a subir desde mis tobillos hasta mi cuello y sentí la necesidad de llorar, de gritarle que se detuviera.

—¡Ya basta!

Cerré los ojos después de gritarle y los abrí con cuidado una vez que dejó de moverse sobre mí. Busqué su rostro y encontré una media sonrisa burlona, sus ojos parecían medias lunas al sonreír completamente para después echarse a reír con fuerza y tirarse al lado libre de la cama, dejándome pasmada en la misma posición en la que me tenía atrapada. No entendía nada. ¿Qué carajo acababa de pasar ahora mismo? Me incorporé lentamente apoyando mis codos en la cama y lo miré con el ceño fruncido.

—¿Qué mierda, Steve?

—¿No era lo que querías?

—No. Es decir, yo... No. Bueno sí. Pero no así— me dejé caer nuevamente en la cama y me cubrí la cara con las palmas de las manos. 

Lo sentí moviéndose en la cama, quité mis manos de la cara y lo observé en silencio; él se sentó en el borde de la cama y se colocó la camiseta. Había podido ver su enorme espalda con algunas cicatrices pequeñas y rosadas, también algunas pecas en los hombros, pero sobre todo era un gran espacio pálido, me tenía un poco hipnotizada antes de que se colocara la camiseta.

Se levantó y tomó la silla de mi tocador, la giró hacia mí y se sentó, colocando un tobillo sobre la rodilla de la otra pierna. Yo me incorporé en la cama, me apoyé en la pared detrás y me cubrí un poco el pecho con las sábanas. Me miraba de nuevo con severidad, eso me estaba empezando a hacer sentir incómoda y algo asustada, recordando lo que había pasado hacía un momento. Estaba demasiado confundida por su comportamiento y me pregunté cuál sería su próximo movimiento. Apoyó un brazo sobre mi tocador y tomó un esmalte de uñas de color vino, lo empezó a examinar y después me miró de reojo; un escalofrío me recorrió la espalda.

—¿Qué?

—¿No vas a decir nada?

—¿De qué?

—Pensé que esto era lo que querías, pero parece que me equivoqué.

—No sé de qué estás hablando —fruncí el ceño y lo miré con genuina confusión, él soltó una risa burlona.

—Vamos, no me hagas reír ahora. Me trajiste a tu cuarto, mejor dicho, literalmente me arrastraste aquí; me tiraste a tu cama e intentaste abusar de mí —me quedé mirándolo fijamente con los ojos muy grandes, después me dio tanta vergüenza verlo a la cara, que volteé a ver a sus pies.

—No era... No era eso lo que yo quería —él siguió, ignorándome.

—Pero como yo no me dejé, te enojaste, prácticamente me agrediste y cuando quise devolverte lo que me hiciste te diste cuenta de que no ibas a poder deshacerte de mí y fue cuando sentiste miedo.

Me quedé completamente helada. ¿Había hecho todo eso? ¿Yo? Cada una de sus palabras se sentían como un puñal que entraba cada vez más profundo en mi pecho. Me quedé sin aire, me hice un ovillo y evitaba mirarlo al rostro. Me sentí patética, pequeña y avergonzada; las lágrimas salieron de mis ojos sin pensarlo. Mientras él abría el frasco de esmalte y comenzaba a pintarse una a una las uñas de las manos, en completo silencio.

Bad bitchWhere stories live. Discover now