1° año, Capítulo 2: No es tan malo...

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La primera hora de viaje en el tren se realizó en un completo e incómodo silencio, Berbi decidió fijar su mirada en el vidrio mientras por su rostro corrían un sinfín de lágrimas que intentaba disimular secando su cara con la manga de su camisa, aunque era evidente que no lo estaba logrando, ya que el vidrio estaba completamente empañado y húmedo por su llanto. El albino no podía evitar pensar en que esta sería una separación dolorosa y definitiva con su familia, no cabía en su cabeza la esperanza de volverlos a ver en navidad, lo que lo hacía llorar aún más al recordad que, hasta ahora, no había ningún momento en su vida en donde hubieran estado más de 2 días alejados de su padre, aun cuando estos últimos años había cambiado de trabajo y casi no lo veían en el día, él siempre tenía la certeza de que por las noches llegaría a casa, pero ahora no, ya no tenía siquiera la esperanza de que sabría de él pronto, aunque ellos le habían prometido escribirle cada semana, sin embargo, también recordaba que su hermano mayor le había prometido que mamá saldría del hospital para volver a casa antes de una semana y nada estuvo más lejos de esa promesa que la realidad en la cual su madre, tras un par de meses internada, jamás volvió a su hogar, o no al menos con vida.

Iba completamente sumido en sus pensamientos ignorando al mundo, no notaba nada a su alrededor, ni el ruido, ni los aromas, muchas veces incluso olvidaba lo que estaba haciendo, es más, si no fuera por el pensamiento de que había tenido que despedirse de su familia en la estación, hubiera olvidado por completo que se encontraba en el tren o que era un lugar público ¿Por qué estos magos no hacían vagones especiales para cada uno? ¿Por qué debían compartir? ¿Es que acaso no pensaban en que los niños lloraban y querían privacidad? Estaba absolutamente convencido de que él no debería ser el único, es decir, ¿Quién en su sano juicio quisiera separarse de sus papás por casi un año? ¿Qué tenía de atractivo este internado? ¿Quién estaba feliz de ver su libertad coartada por este internado? ¿Por qué la gente iría alegre a un colegio? ¡Nada!, no había absolutamente nada en este mundo que le hiciera querer tomar voluntariamente este tren e ir feliz a esa escuela que muchos alababan «¡Hasta debe ser feo!» pensaba mientras lo imaginaba como una cárcel o como ese hogar de niños al que su mamá le iba a regalar la ropa que les quedaba pequeña a ellos ¿También les cortarán su cabello en Hogwarts por los piojos? ¡No!, eso definitivamente era algo que jamás aceptaría, no iba a dejar nunca que alguien que no fuera su madre se lo cortara, no le importaba si se le pegaban esos bichos o quién sabe que cosa, era su cabello y nadie lo iba a tocar y ojalá que lo expulsaran por rebelde, así tendría una excusa para volver a su casa y quedarse eternamente allí con su familia, total, seguramente no había otro colegio de magos en el mundo y aguantar las horribles clases de religión y catecismo no sonaban tan terribles con tal de que le permitieran estar todos los días con su papá y Andrew, aunque pensar en eso sólo le hacía llorar aún más.

— ¿En algún momento se le acabarán las lágrimas? —Pudo oír pronunciar a una sofisticada voz no muy lejana que tenía un refinado acento inglés del norte particularmente marcado, haciendo que volviera de sus pensamientos y notara que había un chico sentado en frente, mirándolo con curiosidad mientras mantenía su cuerpo totalmente erguido y apoyado en la punta del asiento, estirando su tronco hacia él con las manos ocultas entre sus piernas y con la cabeza ligeramente ladeada hacia la derecha.

Berbi alzó su mirada hacia el chico, mientras se secaba las lágrimas, encontrándose con una amigable sonrisa que combinaba perfectamente con el cabello negro bien peinado de aquel muchacho junto a sus grandes ojos azules que lo miraban fijamente. Apenas lo miró, sus mejillas se tornaron levemente rojas por la vergüenza que sentía al saber que alguien más lo había visto llorar, pero fue peor en cuanto el muchacho sacó de su bolsillo trasero del pantalón un pañuelo de seda verde que tenía un fino "D.Y" bordado en él con hilos color plata, el cual se lo ofreció al albino, tomándolo rápidamente para pasarlo con brusquedad por su cara y así intentar disimular sus ojos hinchados y rojos por el llanto.

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