1 de Abril, 1966
― ¡¿Berbi?! ¡¿Qué carajos...?! ¡Tú!... ¿Cómo?... —Miró confundido durante unos segundos al chico albino que tenía su cabeza colgando de la cama.
El pequeño Gryffindor tenía su ondulado cabello cayendo libremente por el edredón que cubría todo aquel colchón gracias a la gravedad, «¡Bendito Einstein que la creó!», o al menos eso era lo que pensaba el peliblanco, quien claramente jamás prestó atención a ciencias en clases. El incoloro, al verlo llegar, acercó velozmente a su pecho los pies que tenía pegados en la pared hace unos segundos, haciendo que su cuerpo perdiera el equilibrio, cayendo al suelo, poniéndose de pie de inmediato, sin preocuparse ni un segundo en arreglarse la ropa que tenía toda desordenada y mucho menos le inmutó que ahora lo estuviera observando alguien que sólo tenía puesta una toalla verde que le cubría la parte inferior del cuerpo, al parecer todo aquello era algo absolutamente normal para él, o al menos no era algo tan extraño como para sorprenderle en absoluto, ya que sólo entregó una sonrisa de aburrido, mientras el muchacho de la toalla aún lo miraba impactado, verlo ahí era algo que realmente no se explicaba en absoluto, lo que se evidenció totalmente en su tono de voz
― ¡¿Cómo mierda entraste?! ¡¿Qué carajos haces aquí?! ¡¿Y por qué a estas horas?! ¡¿No se supone que deberías estar en tu dormitorio?! El que, si mal no recuerdo, queda muy lejos de aquí, ¡Al otro extremo del castillo! —Enarcó una ceja, dándole una mirada tan seria que lo obligaba a responderle.
Todas esas respuestas tenían una gran y muy convincente explicación que sólo se entendería si le contaba todo lo que había pasado durante el día, por lo que, tan aborrecido como preocupado, comenzó a hablar tan pronto como terminó aquella pregunta. Había sido un mes bastante complicado desde que él había escuchado esa conversación sobre la guerra, tanto que todo comenzaba a parecerle sospechoso, desconfiaba de casi todos, incluso se había vuelto mil veces más precavido, le aterraba la idea de que alguien supiera que su papá fue un Auror, o que ellos eran mestizos «¿Y si se enteraban de ello?» No quería morir, o al menos no por ahora, aún le quedaban muchas cosas por hacer, muchos dulces por probar, ni si quiera sabía dónde quedaba Brasil o quién era el que le escribía cartas a su hermano, tampoco había tenido su primer viaje lejos del Reino Unido o de Francia, definitivamente era muy joven para dejar este mundo, lo que le significaba una terrible angustia, la que le había hecho retraerse durante aquellas semanas. No había día en el que no pensara en todo eso, en que no se preguntara cómo, quién o dónde lo matarían y por las noches era peor, ya que en todas se había despertado sollozando por la pesadilla de ver a sus padres junto a sus hermanos muertos por aquellos hombres encapuchados que los apuntaban con las varitas como si fueran pistolas, haciendo que ese mes haya sido el más tortuoso de toda su existencia, incluso había dejado de hacerle bromas a Bronwen, no quería arriesgarse en que el rubiecito se enterara de su nuevo secreto «¿Qué pasa si él es de esos?» Su mamá se veía lo bastante atemorizante como para odiar a todos, incluso a él le dirigió una mirada fulminante cuando defendió al chico «¿Qué tal si ella ya lo sabe y por eso me odia? ¿Sería capaz de mandarnos a matar?» Ya sabían que River era su papá, algo bastante obvio que todo el mundo mágico conocía a su padre por la famosa aclamada carrera de Auror, suponiendo que ella no debía ser la excepción, lo que le causaba un pánico enorme de saberlo.
Es por todo lo anterior que él había decidido mantenerse lo más distante de todo el mundo y no hacer una sola broma, algo que tenía a todos preocupados, ya que no era normal ver al albino tan tranquilo, sin embargo, había hecho que este mes no fuera tan malo como pensaba, al menos había estado libre de los castigos (Sólo los del colegio, ya que papá Andrew había dejado de mandarle dulces por haberse escapado aquella noche sin permiso), además había tenido tiempo para explorar más a fondo el castillo, descubriendo diversos escondites en cada piso, e incluso había estado tan libre que pudo presenciar los entrenamientos de Quidditch, algo que amaba, pues podía observar completamente lo espléndido que era Baktrik en su escoba. Hasta tuvo el tiempo necesario para acabar sus deberes y pergaminos que les dejaban en clase, lo que había hecho que subiera no solo su rendimiento escolar, sino que también el del club de duelo, alegrando de sobre manera a su padre.
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Star-Man
RomanceBerbi Aeneas es un joven albino inglés que realmente sabe poco y nada del caótico mundo exterior de los años 60'. Siempre ha estado concentrado en la pequeña burbuja que lo rodea, la cual contaba de unos papás amorosos, hermanos revoltosos y la músi...