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Emil fue el primero en subirse al mando, nadie refutó los demás estaban lo suficientemente borrachos como para iniciar una disputa, por quien manejaba.

Christophe estaba en silencio, sentía que su contenido alimenticio ya estaba en su garganta, jamás había hecho semejante locura, porque era una locura, todos estamos de acuerdo con ello.

Suspiró, recordaba con pesar que no había vuelto a hablar con aquel omega, desde hace ya demasiado tiempo, la última conversación pasó en su mente como un mal recuerdo, ambos en el juzgado listos para firmar el divorcio.

Aquel juez de mirada perdida y tez palida, estaba al frente, hablaba bajo el fundamento legal, haciendo una pregunta para los futuros ex cónyuges - no hay nada que puedan hacer para no divorciarse?, están seguros de esto? - miraba a ambos buscando si alguno de ellos daba un paso atrás.

Christophe apretaba sus puños, tenía un impulso casi mortal, de terminar con aquel divorcio, estaba herido, su orgullo estaba por la borda, pero de algo estaba seguro, no quería dejar a Phichit, pero siendo el alfa rudo, que siempre había sido, no podía dar un paso atrás sin sentir que estaba siendo humillado.

Esperaba que su aún omega detuviera el proceso, que de pronto quisiera hablar de ello, que al final del día, ambos se rieran del asunto, como una pelea conyugal, llevada a niveles insospechados, pero en lugar de hecho el tailandes aclaró su garganta - juez... No hay nada que pensar, quiero firmar el divorcio, lo más pronto posible, si quiere que se quede con todo... No necesito nada de ese alfa.

El corazón del suizo, estaba en pedazos, pero siendo orgulloso, no dejó que se notara, en lugar de hecho se rió al respecto - tampoco necesito tus cosas Phichit, solo firma el divorcio, dividamos todo por la mitad, y finge que esto, nunca sucedió.

No quiso mirar a aquel omega, aquel alfa orgulloso, solo miró hacia otro lado, como si lo que había dicho no hubiera dolido en lo más mínimo, debió ver la cara palida de aquel omega, debió verlo morder sus labios para no llorar, porque aquel suizo tenía razón, Phichit Chulanont era más orgulloso que el.

Si hubiera podido entrar en la mente del omega, hubiera descubierto que incluso el omega estaba en una peor situación que el, los rumores de que su alfa mantenía una relación romántica con su secretaria y asistente, habían taladrado hondo en el, era un omega que deseaba una marca en su cuello, una marca que significará un felices para siempre, pero ante la negativa de su aun esposo y los contantes rumores de infidelidad del mismo, los nervios y miedo habían podido con su paz, lo habían cegado tanto que al principio, no necesitaba aclaración de ningún tipo, pero más que eso, fue la paz y tranquilidad que vio en Giacometti, la forma tan sutil de aceptar el divorcio sin decir nada, el no quería explicaciones, ni el alfa intento tan siquiera darlas, aquello había dolido.

Aún esperaba que el parara todo, que no lo dejara ir, que dejara su orgullo para salvar su matrimonio, para grande fue su sorpresa al ver el semblante estoico del alfa, como si su matrimonio no hubiera significado nada.

Las noches amargas del despecho, que el desamor le había dado, eran las más largas y dolorosas que aquel omega había tenido que experimentar y aún con ello, Giacometti siempre lucia como si el, no tuviera nada que perder.

Phichit trató de cruzar miradas con el, quería ver si aquel alfa no estaba siendo tan necio como el, pero este, siempre se veía como si nada pudiera perturbarlo, firmó el divorcio sin mirar atrás, y aquel alfa, solo dijo un - que tengas una buena vida y encuentres lo que buscas - dándose la vuelta, como si nada hubiera pasado.

Aquel tailandes, también dio la vuelta a la salida, dio varios pasos despidiéndose de sus abogados y colegas, para después llegar al estacionamiento de su auto y caer de rodillas, al sentir que sus piernas no daban para más, lloró, se arrastró tomando como refugio su auto, para sollozar como un niño, al final del cuento, el amor que aquel alfa le profeso, había tenido fecha de caducidad.

Por su parte Christophe despidió a sus colegas igualmente, para sacarse su corbata y terminar en un bar cualquiera de la ciudad, para iniciar su vida de excesos y sexo ocasional, una vida, que siempre terminaba del mismo modo, siempre en la madrugada cuando no podía dormir, terminaba viendo aquel documento, que le decía que era un hombre libre, lo miraba hasta que sus ojos se cerraban por si solos, no importaba cuánto tiempo pasara, aquello no dejaba de doler.

Ahora en un auto con otros alfas, aquel suizo estaba a punto de ponerse de rodillas y dejar su orgullo por la borda, miró su reloj eran las 10 de la noche, demasiado temprano para una serenata, pero de algo tenían razón sus amigos, era ahora o nunca.

Le indicó a Emil donde manejar, porque calles pasar, hasta llegar a aquella casa que conocía bastante bien, trago amargo, cuando miró aquel auto que ya conocía, podía imaginar que el tailandes tenía compañía, se quedó sumido en sus pensamientos, cuando se percató que sus amigos ya habían bajado del auto.

Emil bajaba la bocina, Otabek conectaba los micrófonos, incluso Viktor salía con una botella de plástico vacía con algunos cuantos cacahuates dentro, una forma improvisada de un instrumento Chris bajó nervioso - vámonos muchachos, está con el!!.

Viktor miró el auto, no podía evitar pensar que aquel automóvil último modelo lo había visto en algún lado, caminó rodeándolo, miró las placas, comenzó a reír - ya conozco ese auto, es un corredor de bolsa como yo, no debe ser nada serio, este hombre es igual que nosotros, con relaciones casuales cada que puede, no tienes de que estar tan nervioso, es un alfa demasiado simple, solo con buen verbo, vamos Christophe, es ahora o nunca!!.

Emil tenía conectado todo, Otabek pasaba los micrófonos y Viktor listo para hacer sonar su instrumento con bajo presupuesto, el suizo bostezo, cual sería la mejor canción para decir, lo siento?.

Una Noche Para Los Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora