Tóxico:
Se sentó en el suelo, intentando evitar los rastros de vidrio roto que habían salido disparados. Su espalda se deslizó por la puerta, sacó su teléfono y marcó con calma. Cuando acercó el aparato a su oreja sonó la mecánica voz que tanto odiaba. "Su llamada ha sido dirigida a un sistema automático de mensaje de voz". Cortó inmediatamente, no tenía ganas de jugar a eso hoy.
—Sí... —tenía ganas de tirar esa maldita puerta abajo. Intento golpear un par de veces más, pero dentro no se oyó nada. Sus nervios llegaron al límite, ya no pudo contenerse y gritó.
—Atiende el puto teléfono, Liam. Al menos contesta los mensajes. —Nada. Silencio absoluto.
Volvió a golpear la puerta, y esta vez escuchó un crujido. Sonrió con satisfacción, ahora estaba más cerca.
—Sabes que, me disculpo por lo de anoche. Jamás quise faltarle el respeto a ninguno de ustedes.
—Estas obsesionado. —La voz del otro lado hizo que sus piernas flaquearan un poco. Llenas de odio, un poco de tristeza y mucha cólera. Tan perfecto. Tan hermosa y melodiosa. Ahora quería hacerlo aún más. Tomarle de las caderas y marcarle por todos lados, para que recordara a quien le pertenecía ese cuerpo.
Esta vez fue una patada a la puerta. Otro crujido. Su lengua pasó por los labios, ansioso por probarle una vez más.
—Oh, lamento, pero si te atrapo con alguien más, sabes que estaría molesto. —Theo no se contuvo esta vez.
Una última patada donde estaba la manija. Y allí estaba, no había más puerta que se interpusiera. En otro momento la repararía.}
—Tu sabes el verdadero prosposito por el que estoy aquí Liam... —comenzó a buscar por toda la blanca habitación. No había nada en el armario, ni el baño. Solo quedaba donde ambos dormían.
Allí estaba, enredado entre las sábanas negras. Su cuerpo resaltaba. Solo pudo ver esos hombros llenos de moretones y una sensación de placer corrió por su cuerpo. Ya le había marcado tantas veces. Sonrió una vez más. Lento, muy lento, se acercó y pudo conectar sus ojos con los grandes y llorosos del contrario.
—Deberías mirarte al espejo, Liam. —Cuando vio el pequeño temblor en los hombros desnudos del más pequeño se dio cuenta: él era quien llevaba el arma. Y eso le gustó.
[•••]
Las cortinas estaban cerradas, impidiendo el paso de la luz. Ya no llevaba el conteo de cintas veces, ni desde cuando. Solo sentía el placer recorrer cada parte de su ser. Los sonidos entrecortados acompañaban al ambiente. La ropa habían pasado a segundo plano, solo podía ver como la remera desgarrada de Liam descansaba cerca del baño. Theo le retiró la mordaza improvisada con calzoncillos que decoraba los labios fresa del otro.
Con fuerza, le dio una nalgada más. Su mano quedó marcada, junto con todas las demás. Las sábanas negras estaban manchadas con un poco de sangre. Ya no reconocía si era de Liam o suya. No le importó escuchar sus lamentos. Apretó la cara de quien tenía bajo su peso contra las almohadas. Le escuchó gimotear una y otra vez. No le importó. Y mierda que se sintió bien cuando las paredes que envolvían su pene se apretaron, llevándolo casi al extasis. Le tomó del cabello largo y tiró. Pegó su pecho con la delicada y hermosa espalda de Liam. Mordió sus hombros y cuello, pudo sentir como la sangre brotaba levemente del cuello. Aquello hizo que sus ojos se oscurecieran aún más y sus caderas aumentaran el ritmo.
Pronto llegó a los labios. Estaban entreabiertos y con sangre. Tan apetecibles. Beso fiero. Tanto como pudo. Sin importarte que las hermosas manos, que estaban decoradas por una soga roza, se clavaran en su brazo, dejando que una pequeña línea de sangre recorriera su brazo. Con un nuevo movimiento cambio la posición de Liam sin sacar su miembro del trasero. Ambos podían verse directamente ahora. Detuvo sus caderas unos momentos para apreciar la obra de arte que había logrado. Esa piel blanca se había vuelto azul y amarilla, sobre cada maldito lunar. Se acercó a la oreja y, mientras mordisqueaba el lóbulo, susurro: