Yo nunca (Saborear)

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Disclaimer: Esta historia y sus personajes no me pertenecen. La historia es de WitchyGirl99 y los personajes son de Rumiko Takahashi, yo únicamente traduzco.

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—¿Por qué demonios tienes toda esta mierda aquí? —preguntó Inuyasha, claramente desconcertado mientras se asomaba a su bolso bastante grande—. Es como una bolsa mágica de manjares.

Kagome suspiró.

—De verdad que no aguantas sin hacer nada durante largos periodos de tiempo, ¿no?

—No ha pasado tanto tiempo —replicó Inuyasha, sin importarle particularmente si ayudaba a su causa o no—. Solo hemos estado aquí poco más de treinta minutos.

A Kagome le parecía mucho más que eso. En lugar de decir algo, permaneció callada. Por tercera vez, contó los puntos del techo, sintiendo que se le nublaba la vista cuando los números superaron la centena.

—¿Quieres hacer algo? —preguntó, parpadeando rápidamente para que no le lagrimearan los ojos. Contar los puntos fue definitivamente una mala idea.

—Juguemos a un juego de beber —aceptó Inuyasha, sacando dos botellas de agua—. No has comido ni bebido desde que entramos aquí.

—Ha pasado media hora —señaló Kagome, mirándolo con ojos entrecerrados—. No es como si estuviéramos en el desierto o algo así.

—¡Perfecto! —Inuyasha sonrió con satisfacción—. Yo nunca he estado en un desierto.

Kagome cogió la botella de agua rodante y arqueó una ceja.

—¿Yo nunca? ¿Quieres jugar a eso conmigo? —Lentamente, destapó la botella y le dio un sorbo—. He estado en Las Vegas.

Inuyasha ensanchó la sonrisa, mostrando sus dientes blancos.

—¿Fuiste a clubs de estriptis?

—Yo nunca he estado en un club de estriptis —respondió Kagome, observando con diversión mientras Inuyasha le daba un trago al líquido transparente.

—Yo nunca he cocinado.

—¿Qué? —exclamó Kagome, abriendo los ojos como platos—. ¿Nunca has cocinado nada en toda tu vida?

Inuyasha se encogió de hombros, como si cocinar no fuese necesario para vivir. Kagome supuso que, teniendo cocineros privados, podían hacerlo ellos por ti. Casi se enfureció, pero le dio otro sorbo al agua.

Kagome pensó durante un momento antes de hablar.

—Yo nunca he nadado desnuda.

—¿No? —preguntó Inuyasha con una expresión de incredulidad en su rostro—. Eso tiene que ser mentira.

—¿Quién lo dice? —preguntó Kagome, esperando a que él terminase su sorbo de agua—. Puedo hacer lo que quiera.

Inuyasha negó con la cabeza.

—Pero en este caso, no lo hiciste. No te creo. ¿Qué clases de novios has tenido? ¿Eran fracasados célibes que no podían encontrarse los penes?

Kagome suspiró.

—Tu lenguaje me deja atónita en ocasiones.

—Tu inocencia me da miedo —replicó Inuyasha antes de fijar la mirada en su mano—. Yo nunca he tenido sexo.

Kagome resopló.

—Qué idiotez —dijo, sonriendo—. Solo quieres saberlo.

—Todavía no has bebido —señaló Inuyasha, mirándola fijamente como si fuera un extraterrestre. Kagome probablemente se habría indignado más si él no fuera tan entretenido.

Tras beber un poco de agua, Kagome movió un dedo en su dirección.

—No más mentiras. Yo nunca he hecho un trío.

Inuyasha sonrió con suficiencia, pero no bebió.

—Pensabas que me habías pillado, ¿eh?

Kagome se encogió de hombros.

—Da igual. No es como si pudieras decir nada que me vaya a desconcertar.

—¿Es eso un desafío?

Kagome sonrió ampliamente.

Tras pensar largo y tendido, la observó lamerse los labios, atrayendo su atención con bastante rapidez. Sabía que solo estaba bebiendo agua, pero algo dentro de él se removió, haciendo que le latiera el corazón a mayor velocidad.

—Yo nunca he besado a la asistente personal de mi hermano. —Las palabras estuvieron fuera de su boca antes de que supiera qué estaba diciendo... y las insinuaciones que estaba lanzando. Pareció que, en el momento en que las pronunció, el ambiente se volvió cargado. Hubo tensión en el ascensor, densa como la niebla, y le hizo respirar hondo. Vio que Kagome entreabría los labios, un pequeño jadeo quedó atascado en su garganta. Fue entonces cuando lo supo.

Inuyasha quería saborearla, tocarla... cada centímetro de ella. Era un pensamiento extraño para una mujer a la que conocía desde hacía tal vez treinta minutos, pero el pensamiento estaba allí igualmente. En cuanto lo pensó, más se vio taladrado con la necesidad. Saborearla sería como obtener al fin la libertad del cubículo estrecho en el que estaban atrapados.

En ese momento, lo necesitaba.

La botella de agua subió hasta los labios de ella y cayó tan rápido como había llegado allí. Kagome se metió el labio inferior en la boca, haciéndolo rodar suavemente antes de soltarlo.

—Yo nunca —dijo, su voz encontró un nuevo timbre—, he tenido sexo en un ascensor.

Allí estaba, aquel salto final a un territorio que la mayoría consideraría inalcanzable dadas sus circunstancias. Atrapados en un cubículo durante treinta minutos y de repente había algo entre ellos, cerniéndose y provocando con palabras y miradas.

Inuyasha dejó el agua y se acercó a ella, observando que sus ojos castaños se volvían negros. La tensión los estaba envolviendo en una gruesa manta, dejándolos cálidos, hormigueantes e inexplicablemente atraídos el uno por el otro. Ella abrió ligeramente las piernas, la falda se deslizó hacia arriba e Inuyasha de repente estuvo allí, justo junto a su rostro, respirando su aire.

Su boca estaba tan cerca que lo único que tendría que hacer sería moverse el centímetro que faltaba. Al buscar cualquier suerte de vacilación en sus ojos y no encontrar ninguna, Inuyasha bajó la mirada a sus labios llenos. Cerró la distancia, las bocas rozaron apenas, burlándose...

El altavoz cobró vida y Kagome jadeó, sobresaltándose y derramando la botella de agua sobre ellos.

Inuyasha gruñó y fulminó el altavoz con la mirada, deseando poder salir del ascensor y matar a quien fuera que se atrevía a...

—Inuyasha —dijo Miroku—, por mucho que desearía disfrutar del porno gratuito que estabas a punto de mostrarme, puede que Sango esté al llegar, y creo que estaría más que un poco asombrada de encontrarse a su jefe haciéndolo con su mejor amiga.

Inuyasha abrió los ojos como platos con incredulidad.

Kagome estalló en carcajadas.

Música de ascensorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora