No cambia nada (Sombra)

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Disclaimer: Esta historia y sus personajes no me pertenecen. La historia es de WitchyGirl99 y los personajes son de Rumiko Takahashi, yo únicamente traduzco.

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—¿Cuándo crees que saldremos de aquí? —preguntó Kagome con el rostro sonrojado. Había empezado a relajarse un poco más, olvidando momentáneamente dónde estaba en ciertos instantes de la conversación. Aun así, tenía la cara roja y su respiración era un poco más rápida de lo normal.

Inuyasha apoyó la cabeza contra la pared.

—Ojalá lo supiera. Si ese condenado lobo sarnoso no hace pronto sus mierdas...

—¿Por qué lo llamas así? —lo interrumpió Kagome.

—Estábamos en el equipo de fútbol —contestó Inuyasha como si eso lo explicara todo—. Le llamaba así.

—¿Cómo le llamaban los demás?

Inuyasha se burló.

—No lo sé. ¿Remolino o algo así? ¿Tornado? ¿Torbellino? Algo penoso.

Kagome alzó una ceja perfectamente arqueada.

—Eres ridículo.

—¿Cómo demonios soy yo el ridículo? —se mofó Inuyasha—. Las mujeres sois todas iguales: entrometidas y extremadamente criticonas. ¡Era el instituto! ¿No hemos acabado ya el instituto? ¿No tenemos la suficiente madurez para dejar atrás el instituto?

—Para quieto —dijo Kagome, riéndose—. No le des la vuelta a esto para ir en mi contra porque pienses que te están acorralando. Y, claramente, tú tampoco has dejado atrás el instituto.

Inuyasha no estaba complacido.

—Sí que lo he dejado.

—Obviamente.

—No uses ese sarcasmo conmigo, niña —gruñó Inuyasha, girando la cabeza para apartar la mirada de ella. Sabía que era infantil y probablemente le estaba dando la razón a ella antes que a sí mismo. A pesar de ello, era lo que tenía ganas de hacer, así que lo estaba haciendo.

—En el instituto solía soñar mucho despierta —susurró Kagome, contando un secreto mientras se abrazaba las rodillas contra su pecho—. Solía soñar con misiones, viajar con amigos, viajar a una época diferente.

Inuyasha se negó a mirarla, aunque se estaba muriendo por ver su rostro. La mujer atrapada en el ascensor con él tenía unas facciones tan expresivas, todo su cuerpo se derretía en cualquier discusión en la que estuviera metida. Si estaba contenta, todo su cuerpo vibraba de vitalidad. Cuando estaba triste, todo en su presencia sencillamente decaía. Aun así, Inuyasha no iba a darle esa satisfacción.

—Era como la heroína de un cuento de hadas. Luchaba contra monstruos, coleccionaba pequeños fragmentos rosas y ayudaba a mis amigos a luchar contra un archienemigo. —Kagome suspiró, apoyando la cabeza en sus brazos.

—¿Por qué hacías eso?

Kagome levantó la mirada y frunció el ceño cuando vio los atentos ojos castaños de Inuyasha sobre los de ella. Parecía genuinamente interesado, completamente centrado en ella.

—A veces ayudaba a sobrevivir al instituto.

—¿Te acosaban? —exclamó Inuyasha, levantando las cejas—. ¿A ti? Pero si tú... ya sabes.

Kagome no lo sabía, pero negó con la cabeza igualmente.

—No me acosaban en absoluto. Tenía un montón de amigos con los que salía. Simplemente... —Kagome suspiró, sabiendo que se había metido ella misma en aquella conversación. Quería que Inuyasha se diese cuenta de que a ella no le importaba si él seguía apegado a lo que era en el instituto. Ella también seguía apegada. No muchas personas querían cambiar—. Tenía una vecina —empezó—. Su nombre era Kikyo Hidaka y, te lo juro, era la chica más impresionante del mundo.

Inuyasha ladeó la cabeza.

—De verdad que no veo la conexión.

Kagome se rio ligeramente y le hizo un gesto de rechazo.

—Deja que te lo cuente primero, tonto. Kikyo era hermosa, lista, amigable, generosa y todo lo que cualquier padre quería que fuese su hijo. Vivía a mi lado y la veía mucho. O salía con sus amigos o ayudaba a quienes lo necesitaban en el vecindario. Mis padres... sé que nunca pretendieron hacerlo. Me querían, todavía me quieren, pero a veces es duro que te comparen, ¿sabes?

Inuyasha asintió, comprendiendo muchísimo más de lo que ella se daba cuenta.

—Era como estar a la sombra de otro, incluso si no debías estar allí, para empezar. Mis padres nunca me pidieron que fuera más como ella, demonios, ni siquiera lo insinuaron. Era como estar al lado de la mejor modelo del mundo, con buen pelo, maquillaje y manicura, vistiendo la mejor ropa de la pasarela. Y tú ahí en una camiseta, vaqueros, un poco de delineador y unas Converse.

»Así que empecé a soñar despierta —continuó Kagome—, donde era la heroína y tenía las facciones más impresionantes y hacía un buen trabajo para todos. A veces todavía me gusta pensar en ello, recordar cómo me hacía sentir cuando entraba en aquel pequeño mundo. —Sonriendo, la mujer se encogió de hombros—. Kikyo nunca lo hizo a propósito. Incluso era amable conmigo cuando nos veíamos. Era más culpa mía que suya, por pensar y preocuparme por algo que no debería.

Mientras la observaba atentamente, Inuyasha se movió en el ascensor para sentarse justo al lado de ella, con sus cuerpos relajándose contra la pared y solo centímetros entre ellos.

—Lo entiendo —dijo con voz ronca—. ¿Ves para quién trabajas?

A Kagome no le resultó difícil atar cabos, comparando a Sesshomaru con Inuyasha. Eran tan diferentes, aunque solo había conocido a este hombre desde hacía minutos en lugar de desde hacía años.

—¿No sois solo medio hermanos?

—No cambia nada —contestó Inuyasha con sencillez—. Como has dicho, a veces estamos bajo sombras bajo las que ni siquiera deberíamos estar atrapados.

Le siguió un denso silencio, dejándolos a los dos allí sentados sin mirarse, ambos mirando hacia la puerta cerrada. Pero no era incómodo, Kagome se movió para asegurarse de que no se sentía más asfixiada que cuando él había estado al otro lado. Inuyasha se limitó a esperar, sus ojos oscuros inspeccionaron el cubículo en el que estaban atrapados.

De repente, el altavoz cobró vida, la voz de Kouga retumbó a través de él.

—Kagome, ¿estás bien?

—Estoy bien —respondió Kagome, ligeramente confundida por la pregunta mientras Inuyasha resoplaba y ponía los ojos en blanco.

—Bien, porque me he rendido en cuanto a bajaros al vestíbulo —dijo Kouga—. Voy a intentar llevaros a otra planta. Cruzad los dedos y saldréis pronto.

Kagome los cruzó.

Inuyasha solo se quedó mirando sus manos.

Música de ascensorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora