Disclaimer: Esta historia y sus personajes no me pertenecen. La historia es de WitchyGirl99 y los personajes son de Rumiko Takahashi, yo únicamente traduzco.
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Inuyasha no se dio cuenta de que había algo extraño hasta que sintió una cálida presión en su costado y el sonido de siseos por encima de él.
—No podéis oírme —dijo el altavoz, el chirrido hizo que las palabras fueran casi indistinguibles—. ¿A que son lindos? ¡Están durmiendo!
—¡Cállate! Creo que acaba de abrir los ojos. Maldita sea, Miroku, apaga el altav...
Bueno, si no era espeluznante despertarse con aquello, Inuyasha no sabía qué lo era.
Inuyasha se incorporó frunciendo el ceño, con cuidado de no sobresaltar a la mujer acurrucada junto a su costado. La acostó en el suelo, lejos de él, viendo durante algunos momentos en los que contuvo la respiración que la joven seguía durmiendo. Su respiración era ahora calmada, muy distinta de cómo era habitualmente. Estaba tranquila.
Lo prefería.
De repente, el altavoz volvió a encenderse, la voz de Sango arruinó la quietud del ascensor.
—Hola, Inuyasha, siento que Miroku sea un idiota. Creyó que cantaros nanas sería divertido o algo así.
—¿No estábamos durmiendo ya? —La mente de Inuyasha seguía demasiado nublada—. ¿Cuánto tiempo llevo dormido?
—Veinte minutos —respondió Sango y él pudo oír la sonrisa en su voz—. Ahí estás terriblemente adorable, jefe.
—Cállate —masculló Inuyasha, no particularmente enfadado. Kagome parecía estar demasiado tranquila. Estaba empezando a sentarle raro, haciéndole querer observarla y retener su expresión en sus recuerdos. Como si fuera a necesitarla después de que todo este calvario hubiera terminado. Las cosas seguramente volverían a como eran antes de que esto pasara.
Y si se sentía raro por pensar eso, lo iba a ignorar.
—¿Hay una razón para que me estés hablando ahora? —preguntó Inuyasha, sus ojos castaños seguían observando a la mujer que dormía a su lado. No podía apartar los ojos de ella.
Sango suspiró.
—Solo iba a advertirte de que Kouga va a bajar en cualquier momento. Sabe qué le pasa al ascensor, pero tiene que arreglarlo. Al parecer, podría llevar un tiempo, pero no me lo contó todo exactamente.
—Mira que es imbécil —se burló Inuyasha—. Kagome tiene el sueño profundo si está dormida con todo esto.
—Probablemente esté agotada —contestó Sango, la preocupación se filtró en su voz—. Es muy claustrofóbica y me sorprende que haya aguantado tanto. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Casi una hora y media, ¿verdad? Kagome ya se habría arrancado el pelo a estas alturas. La claustrofobia no se va sin más tras una hora. Normalmente empeora.
Inuyasha asintió.
—Sango, no lo malinterpretes, pero Kagome es... simpática.
Sango contuvo una risa, no haciendo un buen trabajo ocultándola, dado que se filtró en la frase.
—Sí, eso es lo que querías decir en realidad.
Sin permitirse ponerse nervioso, negó con la cabeza y sonrió con satisfacción.
—No, no lo era. —Se detuvo, poniendo en orden sus pensamientos y preguntándose cómo darles voz ante su asistente personal, que resultaba ser la mejor amiga de la mujer que estaba atrapada con él—. ¿Kagome es de la clase de persona que deja estar las cosas? Ya sabes, digo, ¿experimentar algo y luego clasificarlo todo como solo un mal día?
—Inuyasha, ¿es esta tu forma sutil de preguntarme si te va a volver a hablar después de esto? —Inuyasha se habría puesto a la defensiva si no hubiera sido por su tono suave y cálido—. Te gusta, ¿verdad?
Eso era algo a lo que no iba a contestar. Todavía tenía que examinar lo que sentía y estar atrapado en un ascensor con la mujer mientras examinaba sus pensamientos sobre ella no ayudaría en nada. Si acaso, podría corromperlo y empeorarlo... Podría quedar todo en una mala situación y el aflojamiento de la tensión. El sexo era fantástico para aliviar el estrés, así que por eso se sentía atraído hacia ella y tan... susceptible.
Tenía que ser eso.
Probablemente.
Sin duda, lo analizaría.
—¿Inuyasha? —preguntó Sango.
Vacilando sobre si decir nada en absoluto, Inuyasha se encogió de hombros.
—Tal vez —murmuró, obligándose a apartar los ojos de la mujer.
Justo entonces, el altavoz chirrió un poco más y le llegó la voz de Miroku.
—El tal Matsuno de los ascensores va a entrar. ¿Todo bien, querida?
—Sí, puede... —empezó Sango, el sonido al final se volvió agudo antes de que llegara el sonido de la profética bofetada—. ¡No toques!
—¡Chicos, no necesito oír esto! —se quejó Inuyasha.
Kagome se despertó con toda la conmoción, parpadeando con cansancio antes de mirar a Inuyasha.
—¿Qué pasa? ¿Vamos a salir de aquí?
—Aguanta, princesa, para eso estoy yo aquí —dijo Kouga, su suave voz se filtró por la línea—. He averiguado qué le pasa al ascensor y por qué dejó de funcionar. ¿Hicisteis un mantenimiento de rutina o comprobaciones recientemente?
—¡Claro que sí! —se burló Inuyasha.
Kagome arqueó una ceja mientras lo miraba.
—Ah, ¿sí? ¿Cuándo?
Mirándola con furia, Inuyasha apretó los labios.
—Exacto. —Kagome suspiró—. Ni siquiera lo sabes. Sí, Kouga, lo hicimos. Fue hace un mes.
Kouga masculló algo que no se entendió.
—Bien, vais a estar ahí tal vez media hora más. Con suerte menos, si puedo llevaros al vestíbulo. No corréis peligro, pero os mantendré informados si hay más problemas.
—Gracias, Kouga —contestó Kagome sonriendo un poco. Solo treinta minutos más y saldría de allí. Era como el mayor milagro sobre la tierra.
—Sí, gracias, Kouga —la imitó Inuyasha, frunciendo el ceño. Miró a Kagome con desdén—. No tiene que gustarte tanto, ¿sabes? Nos va a sacar de aquí igualmente.
Alzando una ceja, Kagome se limitó a negar con la cabeza.
—No pensaba que fueras de los celosos.
—No lo soy.
—Sí que lo eres —corrigió Kagome—. Estás verde de envidia, tienes sangre en los ojos y estás rojo de ira, y todas esas tonterías.
Inuyasha la fulminó con la mirada, sintiendo el tic en sus labios antes de rendirse finalmente y sonreír con satisfacción. Para ocultarlo, negó con la cabeza.
—Estás loca.
—Pero aun así te gusto —replicó Kagome, sonriéndole cuando captó su mirada. Le dio un golpecito en broma y se quedó un poco demasiado cerca.
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Música de ascensor
Hayran KurguInuyasha y Kagome toman el mismo ascensor, en la misma planta, todos los días. Nunca hablan. Un día, el ascensor se avería. Y se desata el caos. Hay peleas, luego gritos, luego besos. Y luego... bueno, nadie usa el ascensor después de eso. Traducció...