20. Perdóname

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Yo acepté que ella nunca me amó, que me enamoré sola y me dolió mucho admitir algo así cuando todos los días la pensaba, a pesar de que el tiempo había transcurrido todavía me dolía el alma de tanto extrañarla, no entendía cómo fue posible que llegase a querer tanto a alguien que nunca había visto, y que no me importara mis gustos anteriores, ni mis principios, ni la opinión de la gente, ya que en mi familia nunca había visto una relación entre dos mujeres, menos en mi pueblo donde la sociedad era muy tradicional, aunque soy de mente abierta no era lo mismo opinar sobre otros que vivir en carne propia lo que me estaba pasando.

No solo me enamoré de alguien más estando casada siendo eso algo inconcebible para la gente común y corriente sino que descubrí que me gustaban las mujeres además de los hombres, descubrí una parte muy importante de mi sexualidad que no sabía que existía en mi.

Aquella mujer sin tocarme me hizo sentir mucho más de lo que nunca había sentido con ningún hombre a pesar de que antes me había enamorado y en más de una ocasión, me costó muchas lágrimas ese descubrimiento, abandoné a un lado un matrimonio que era perfecto en todos los sentidos, alejé de mi lado al hombre que consideraba mi gran amor, el hombre con el que iba compartir mi vejez por una extraña que solo me dijo que me lo imaginé todo cuando le confesé mi amor.

Definitivamente el amor no estaba hecho para mí, o no nací para disfrutar de su dulce néctar pero sigo en pie a pesar de que mi corazón se me haya salido de control al no escoger bien a quien amar.

Muy bien me pude haber enamorado de una chica que conozca, que viva en mi país con quién puede existir una posibilidad de mantener una relación y no de alguien que vive en otro continente y que me repudia porqué se horrorizó de mi amor, que no le importó mis sentimientos, ni mi situación, que nunca se puso en mi lugar, que no sintió ni un poquito de afecto hacia mi persona.

Me cansé de tanto llorar por su desamor, aunque a veces no lo podía evitar. Continué con mi vida, quizás ahora esté más sola que antes pero la diferencia es que hoy en día me conocía lo suficiente y me aceptaba a mi misma.

Esa tarde yo estaba escribiendo un capítulo de mis obras, miraba de vez en cuando el hermoso ocaso, disfrutaba admirando como los colores del cielo variaba en diferentes tonalidades, me gustaba sentir el viento jugueteando con mi largo cabello negro, como siempre la recordaba haciéndome sentir cómo ese amor me oprimía el corazón, quizás parezca una masoquista pero no puedo mentir ni ocultar mis sentimientos, sé que ella no me quiere pero la amo con todo mi ser muy a pesar de que me rompió toda por su desprecio.

El repique de mi teléfono me sacó de mis pensamientos, lo miré para ver qué mensaje me había llegado y mi sorpresa fue enorme cuando vi una solicitud de amistad de parte de Diana Durán, mis manos temblaron de forma repentina y mi corazón se aceleró mucho más. Sin analizar la situación acepté esa solicitud, luego recibí un mensaje:

—¡Perdóname! —No podía creer lo que estaba leyendo, será que enloquecí era imposible pensar que ella me fuese a escribir después de todo lo que me dijo. No quería perder el control de mi misma otra vez. Apagué mi celular y entré a mi casa, tenía que razonar.

—¿Carolina, que tienes que estás muy pálida? —me dijo mi madre preocupada, de casualidad ese día me había visitado.

—¿Pálida?...estoy bien , no es nada —La dejé sola en la sala y entré al cuarto, mi corazón latía a mil, mis labios temblaban, quería llorar. Puse mi celular en la cama, me desvestí dejando toda mi ropa en el suelo, entre al baño y me di una ducha de agua fría para hacerme reaccionar.

Al salir del baño me sequé como pude con una manta porque no pude ubicar el paño y tampoco tenía cabeza para buscarlo, me puse mi pijama de dormir y me recosté en mi cama aún con el cabello mojado.

Corazón sin riendas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora