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Advertencia +18
Esta historia contiene lenguaje inapropiado, escenas explícitas y violencia.

Lágrimas calientes brotaron de mis ojos sin que pudiera detenerlas, había despertado en una pesadilla.

La bolsa de tela es arrancada de mi cabeza y el aire frío se escabulló por cada rincón de mi rostro. Permanecí con mis ojos cerrados. No sabía si quería abrirlos y enfrentarme a la pesadilla en la que había despertado.

Los eventos horribles del día me golpearon como un tractor demoledor. El hombre de cabello rosa. La cinta en mi boca. La bolsa en mi cabeza. La soga en mis muñecas detrás de mi espalda, y la manera en que mi cuerpo fue trasladado, como si de basura se tratase.

Un secuestro, mi secuestro.

"Vamos a estar bien, vamos a estar bien. No llores"

—Es ella—expresó una voz áspera, una voz que apenas podía reconocer. La del hombre de cabello rosa y tatuajes que me había traído hasta aquí.

—¿Estas seguro, Sukuna? No quiero equivocaciones, sabes que no me gustan esas mierdas —otra voz más grave retumbó, como relámpagos en una tormenta.

Pulgada a pulgada, un escalofrío erizó toda mi piel.

"Dios, por favor... ayúdame"

—Seguro, si es ella.

Todo se sumergió en un silencio sepulcral, tan espeso que podía saborearlo en el fondo de mi garganta.

Resonaron unos pasos en la habitación que no había querido mirar, escuchándose cada vez más cerca, después de lo que pareció ser una eternidad infernal, se detuvieron los pasos cerca de mi. Había una presencia tan poderosa que parecía tragar cada partícula de oxígeno en la habitación que me obligo a abrir los ojos un par de segundos solo para ver unos mocasines negros impecables a través de mis lágrimas.

La idea de escupirles tiro de las hebras de mi impulsividad pero me contuve cerrando mis ojos de nuevo.

Solo quería despertar y darme cuenta de que esto era una pesadilla.

O un mal entendido.

O una broma de mal gusto.

Abre los ojos, niña.

Mi columna vertebral se endureció a la velocidad de la luz ante aquellas palabras y mi corazón se estrelló contra mis costillas cuando algo gélido se posicionó debajo de mi mentón, obligando a levantar mi rostro.

Era el cañón de una pistola.

Mis ojos se abrieron a la velocidad de la luz ante aquel hombre y parpadeé un par de veces para obligar a caer las lágrimas y entonces, lo ví.

El mundo pareció detenerse debajo de mi para resquebrajarse. Mi estómago se retorció cuando un par de ojos color bosque, fundidos en acero, me miraron desde arriba con intensidad.

Sus ojos me tragaron completa, como dos agujeros negros.

Por Dios.

Sus cejas se levantaron una fracción de segundo, algo oscuro cruzó sus ojos como una estrella fugaz y el cañón debajo de mi mentón flaqueó un poco, apenas perceptible.

Cautiva| Toji FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora