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Los minutos se clavaron como agujas en mi pecho mientras esperé, pasaron minuciosamente obligándome a digerir cada sonido perturbador.

Olas de alivio golpearon en el horizonte de mi pecho. No me arrepentía de lo que había hecho, ni un poco; lo volvería a hacer una y otra vez para que mi padre viviera, no me importaba todo lo demás.

—Toma.

Un susurro repentino me hizo girar un poco, arranque mi vista de la puerta y la centre en un pañuelo que se extendía hacia mi. Vacilé un poco antes de tomarlo y miré a Kuroo.

—Gracias.

Asintió antes de alejarse, sequé de inmediato la humedad de los caminos que habían hecho mis lágrimas.

El mundo a mi alrededor se tambaleó con fuerza cuando Toji entró por aquella puerta, sus pasos resonaron en el silencio sepulcral y solo observe como se acercaba en mi dirección, perforándome con su mirada como si de cuchillas se tratasen.

Su presencia imponente y peligrosa que le pertenecía solo a él, me golpea cuando se detiene a centímetros de mi. Su mano se cerró en mi brazo y quemó, necesite toda mi fuerza de voluntad para no retroceder y sacudirme una extraña sensación.

—Me estaré comunicando con ustedes, cualquier cosa me llaman.—cortó el silencio con voz áspera.

Respondieron antes de que me hiciera caminar a la salida.

No arruines las cosas, no arruines las cosas. Me repetí una y otra vez en mi cabeza.

En cuanto llegamos a su camioneta me presionó contra el cofre antes de soltarme. Tome una suave bocanada de oxígeno para recuperar el que se había fugado de mis pulmones y tragué duro, esperando su siguiente movimiento.

Se acercó lentamente y recargó sus manos en el cofre, a mis costados, efectivamente acorralándome. Mi estómago se retorció de la manera más extraña cuando se inclinó y el abismo en sus ojos se deslizó en mi. Tuve que inclinarme hacia atrás y me obligué a sostener su mirada aunque mi cuerpo luchara contra el peso de su mirada.

—Esta es la única oportunidad que tienes para arrepentirte, porque no habrá marcha atrás.—dijo con voz de piedra—. Todavía puedo hacer que tu padre vuelva.

No retrocedería, no flaquearía.

—No. —dije con firmeza.

Una sombra de sonrisa se dibujó en sus labios tan rápida que casi me la perdía. Agache la mirada a mis manos en mi regazo.

—Bueno, entonces te dejaré las cosas en claro y no lo voy a repetir.—sentenció y asentí lentamente—. Mírame cuando te hable, para empezar. —ordenó y lo hice. Mi pecho se agitaba como si acabara de subir a la montaña más alta—. No quiero lidiar con comportamientos estúpidos que colmen mi paciencia, así que cualquier cosa tonta que hagas, rompas mi paciencia o no me obedezcas, voy cobrarme la vida de tu padre.

Asentí, mordiendo mi lengua con tanta fuerza que podía jurar que sentí un sabor metálico.

—Regla que rompas y habrá consecuencias, tú sabrás. —su intensidad empapó cada molécula de aire, deslizándose fríamente por mi columna vertebral, estremeciéndome—. Puedes estar libremente por mi casa, pero no entrarás a mi oficina, ni a mi habitación, ni a la bodega. Nunca. Tienes prohibido hacerlo. —asentí—. Cuando te ordene algo, lo harás sin protestar y sin decir nada. No importa la maldita hora, no importa qué, tú simplemente tendrás que hacerlo. Y no vas a decirle ni una puta palabra a mi hijo sobre esto, no vas a decirle algo para hacerme quedar mal, vas a fingir que nos llevamos bien.

Cautiva| Toji FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora