—Kento Nanami, tráelo si puedes.La decepción me apuñaló el estómago mientras termine la comida que me había dado en su oficina del almacén. ¿Era su forma de hacerme pagar por haberlo hecho enojar?
—Entiendo.—susurré, sin más remedio que aceptar.
Era tonta por pensar que si me entregaba a él, evitaría cosas desagradables; al parecer estaba vilmente equivocada.
—Lo vieron en un café.—extendió un par de billetes sobre el escritorio—. Estoy seguro de que querrás algo, cómprate lo que quieras.
—No quiero en realidad, gracias... —evite su mirada lo mejor que pude.
—Toma el dinero, después de todo tienes que consumir algo si vas a entrar a ese café. —ordenó con voz calmada.
Tomé el dinero y encendió un cigarro, con sus ojos puestos en mi todo el tiempo, y se levantó justo cuando la puerta se abrió.
—Ya vine por la mocosa, sigo sin entender por qué tiene que hacerlo ella.
Los cabellos de mi nuca se erizaron ante la voz familiar, perteneciente a una de mis peores pesadillas. La comida chapoteó en mi estómago, amenazando con subir a mi garganta. La sola idea de ir con Sukuna, era suficiente para provocarme ganas de vomitar.
Lo sentí llegar a mi lado, una presencia tan malévola cuyas garras arañaban el oxígeno de mis pulmones, dejándome sin aliento.
—Sukuna. —la advertencia llenó la voz de Toji.
—Bien.—respondió con simpleza.
Decidí no mirar a Toji durante el transcurso al auto, pese a que sentí la intensidad láser de su mirada en mi todo el tiempo. No podría importarme menos. Una soga de angustia cayó sobre mi cuello y apretó con fuerza mientras Sukuna rodeaba el auto para subir.
—Te veo al rato.—dijo Toji mientras abría la puerta para mi—. No tenía planeado que hicieras esto, pero...
—Esta bien.—lo interrumpí sin mirarlo mientras me subía al auto.
Sukuna me lanzo una mirada letal que sentí hasta en los huesos y deseé que no dijera nada; afortunadamente así fue durante todo el camino. Un camino en donde el silencio fue peligroso y visceral que cobró vida y se arrastró hasta el fondo de mi garganta.
Prefería estar en cualquier lugar, con quien fuera, menos con él.
Condujo a través de la ciudad y aparcó en una calle al lado de un bosque.
—Ya sabes lo que tienes que hacer, así que no tardes, mocosa.—la amenaza partió el silencio sepulcral en dos—. Tengo cosas importantes por hacer.
Solté un sonido de afirmación antes de salir de la camioneta. El aire pareció enfriar mi angustia mientras caminé por la acera; giré en la esquina y vi la cafetería.
La soga en mi cuello apretó más y más fuerte hasta que el oxígeno escaseó en mis pulmones cuando entre en la cafetería y lo vi de inmediato pidiendo algo en la caja. Un hombre como él era imposible de no notarlo a la primera.
No quiero hacerlo.
Coincidía con el hombre de la foto que Toji me había mostrado, pero solo que en persona era más atractivo. Mandíbula y nariz recta, ojos afilados, pómulos cincelados y un cansancio grabado en su rostro.
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Cautiva| Toji Fushiguro
Fiksi PenggemarLa bestia posó sus ojos en ella, y hará todo lo posible por mantenerla a su lado. Caí rápido, fuerte, y para siempre... Advertencia +18