Cautiva| Toji Fushiguro

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Advertencia +18

Estaba ardiendo en el infierno, un infierno gobernado por el mismísimo Toji Fushiguro. Era lo único que podía explicar el fuego que me estaba quemando de adentro hacia afuera, ardiendo sobre cada pulgada de mi piel y quemando mis pensamientos y mi cordura. Y lo peor de todo, es que no podía escapar, al parecer es que no había salida.

La semana pasó con tranquilidad y normalidad, como también lo había sido anteriormente. Y aunque no lo veía todo el día, cuando llegaba a la casa estaba más cerca de mi, su presencia estaba por todos lados a mi alrededor, empujando contra mi alma e intentando abrirse paso. Hablaba más conmigo, como si fuéramos dos personas que se conocían desde hace varios meses y estaban siendo amigos. Como si quisiera conocerme. ¿Lo éramos? ¿Tenía problema con que así fuera? Siempre me preguntaba.

—Voy a extrañarte, Megumi.

Lo apreté entre mis brazos antes de apartarme y peinar su suave cabello negro.

—Yo también. Quisiera que vinieras conmigo al campamento, ojalá pudieras... —ladeó la cabeza—. ¡Pero, ya se! Podemos hacer uno en el jardín de mi casa, y podemos invitar a mi papi y a Geto. —propusó con entusiasmo.

—Si, esa es una buena idea.—le sonreí. Lo haremos si tu papá nos deja, prometió mi mirada—. Hay que hacerlo, mientras diviértete y pórtate bien aquí.

—Si, lo haré.

Toji regreso de su charla, o seguramente más bien una amenaza contra los maestros de Megumi, su musculosa figura abriéndose paso entre los padres de familia que también venían a dejar a sus hijos. Nos dirigió una mirada inescrutable un par de segundos antes de agacharse un poco a la altura de Megumi.

—Vas a obedecer y a portarte bien, ¿verdad?

—Si.

—Eso espero. No te metas en problemas, de lo contrario lo sabré y no te dejaré venir al próximo  campamento.—depósito un beso en la coronilla de su cabeza antes de pasarle una mano por la misma—. Si te llegas a sentir mal o te quieres regresar, dile a tu maestro y vendré por ti.

—Si, esta bien. ¿Ya me puedo ir?. —insistió.

Toji estrecho sus ojos.

—Que hijo tan paciente tengo.—el sarcasmo bordeó su voz—. Mira, justo allí viene tu amigo Inumaki, el que parece que no habla.

—Papá.—reprendió Megumi—. Él es tímido y tú le das miedo.

—Pero si no le he hecho nada, siempre lo trato bien.—se defendió, dandole una leve inclinación de cabeza a un Inumaki que saludo tímidamente desde lejos—. Como sea, pórtate bien.

Bueno, cuando un hombre como Toji te miraba, era natural sentirse nervioso o asustado. Así que lo entendía.

—Si, siempre lo hago, papá.—afirmó—. Adiós. Por favor, no lleguen tarde por mi mañana.

Toji negó.

—Adiós, disfruta mucho el campamento, Megumi.—me despedí.

—Si.—me dio un fuerte abrazo fugaz antes de irse corriendo con Inumaki.

Se despidió nuevamente a lo lejos antes de desaparecer por la puerta de su escuela. Habia terminado agarrándole cariño genuinamente, lo quería.