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Hailey

Mi corazón se fundía en fuego lentamente.

Y había mariposas dentro de mi cuerpo.

Todo el tiempo pensaba en Toji Fushiguro.

Él había profanado todos mis pensamientos, porque todos se envolvían sobre él, todo el tiempo, cada hora, cada minuto, de cada día.

Pensaba en él, si...

Toda esta situación me tenía a la deriva. La forma en que su toque, sus palabras y su mirada en mi, me elevaban a alturas inimaginables.

Bien, él me atraía. Eso era un hecho innegable, que por más que intentara, no podía seguir engañándome a mi misma.

Había optado por aferrarme al poco dominio —casi inexistente—, que me quedaba; pero todo dentro de mi, amenazaba con dejarse llevar... y lamentablemente, yo quería eso.

Estúpidamente idiota, débil, ilusa.

Lo era.

Después de toda la mierda que me había hecho pasar. Todo lo que estaba mal, el miedo y las amenazas que había sembrado en mi jardín interno, y aún así, quería sus manos tocándome, su mirada sobre mi, sus labios en cualquier parte de mi piel.

Aún le tenía miedo, miedo estoico en las profundidades del mar en mi interior, impenetrable.

Sabía que él podía hacer de si mismo un monstruo desagradable, pero también era testigo de que podía hacer de si mismo algo más diferente, algo más cálido.

—Te traje el desayuno, princesa.

La voz engrosada de Toji acaricia mis oídos, mientras lo veo acercarse con el desayuno sobre una pequeña mesa de servicio.

—No te muevas —me advierte una vez que me siento, deslizando una pierna fuera de la cama.

Me quedo quieta de inmediato y él se acerca para poner la mesa frente a mi, sobre mis muslos con un poco de mi ayuda.

El aroma se introduce por mis fosas nasales y mi apetito se activa, no puedo evitar echar un ojo al desayuno: arroz, huevo revuelto con jamón, un generoso trozo de pescado, una taza con té verde, y un tazón con mis frutas favoritas.

—Oh, gracias, Toji —sonrió y la gratitud se debe reflejar en mi rostro porque la cicatriz en el lado derecho de sus labios se estira, en una media sonrisa. En una media sonrisa que me parece infernalmente preciosa. Agregó—: No tienes que molestarte más, ya es la segunda vez que lo haces —muevo mis piernas para brindarle un espacio que ocupa, sentándose.

—No me molesta preciosa, acostúmbrate —desliza sus penetrantes ojos verdes sobre mi, intimidándome rápidamente; la tensión que había y sentía crepitante entre nosotros, me respiraba en la nuca.

Levanta la cobija que cubre mis piernas y atrapa uno de mis tobillos para llevarlo a su regazo.

—¡Cosquillas no me hagas! —pido en un chillido y trato de apartar mi pie pero mi intento se ve fallido.

—No te haré cosquillas —esboza otra media sonrisa, y comienza a darme un masaje con ambas manos.

Me quedo quieta en silencio varios segundos, en donde observo mangas remangadas hasta el codo y las venas que sobresalen deslizándose hasta sus manos.

Mi piel vibra suave, y un hilo de anhelo me recorre.

—No tienes que hacerlo, no estoy convaleciente—reprochó.

—Déjame consentirte, princesa —se encoge de hombros

Estrecho los labios, en una fina línea.

—Ya no me llames así —reprochó.

Cautiva| Toji FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora