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Advertencia +18

Hailey

Respire, consumí y devoré a Toji.

Tanto que temí que me estaba convirtiendo en una adicta necesitada de él y su atención.

Dormía con él, a veces con su cuerpo cubriendo el mío, pesado y perfecto; otras veces acurrucado contra mi como un bebé. Nos familiarizamos con el sexo de una manera descabellada que creía que no era saludable.

Aprovechábamos al máximo las mañanas cuando Megumi estaba en la escuela y las noches eran largas. De todas las maneras y formas posibles. Piel contra piel, sus besos exigentes y calientes, suaves y lentos. Siempre con sus manos posesivas sobre mi, quemándome como si fueran marcas. Su olor estaba por todas partes y en mi.

Era más cariñoso y dulce de lo que nunca imaginé que él podría ser. Constantemente me abrazaba y besaba. Constantemente me preguntaba si necesitaba algo, si quería algo, si estaba bien.

Creo que me he convertido en un mocoso mimado.

—Hailey

La familiar voz llegó a mis oídos y el alivio y la felicidad apagó el silencio incomodo entre el guardaespaldas que Toji había puesto para mi y yo.

—Midori. —dije al mismo tiempo que sus brazos se cerraron a mi alrededor como dos muros de contención. Me obligué a apagar el incendio que se extendía detrás de mis ojos. No era momento de llorar en público—. Estoy tan contenta de verte otra vez, te extrañé.

Mis ganas de llorar también se atribuían a que creí que no la volvería a ver de nuevo, todo indicaba que no, pero aquí estábamos.

—Yo también, no sabes cuanto. Perdón de nuevo por cancelar la otra vez, las pasantías han estado consumiéndome. —se disculpó.

—No te preocupes, ¿cómo has estado?

—¿Cómo has estado tú? —preguntó en casi una queja mientras se apartó y me tomó de los hombros—. Me tuviste preocupada, ¡tanto que casi muero de un ataque de preocupación! Por suerte me enviaste mensaje antes de aceptar que te habías ido del país sin decirme nada.

—Sabes que eso no lo haría.

—Bueno, pensé que ya no querías ser mi amiga.

—Tampoco pasaría eso. —reí, sus ojos se volvieron rendijas antes de dirigirlos al guardaespaldas detrás de mi—. Ah, él es Goro, viene conmigo... es guardaespaldas.

—¿Guardaespaldas? —el desconcierto se garabateó en todo su rostro y asentí—. Oh, ya veo... por un momento pensé que...

—No es él.—me apresure a decir.

Por mensaje le había contado que mantenía una relación con un hombre. Aunque era raro pensar en Toji como mi novio; todavía no estaba acostumbrada.

—Y ella es mi amiga, Goro.—agregué.

—Si.

Un hombre de pocas palabras, solo habíamos hablado lo necesario y esencial.

Cautiva| Toji FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora