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Harry caminó despacio. Admirando otra vez el bello brillo de la magia que flotaba a lo largo y ancho del callejón Diagon, percibiendo por medio de ella el estado de ánimo de las brujas y magos.
Podía leerlas, todas las personas siendo libros abiertos ante él, como si hubiese adquirido algo parecido a un don empático, junto a su nueva sensibilidad a la magia.

Caminó directo hasta Ollivanders su apariencia era tal cual la recordaba, el mismo cojín púrpura y descolorido con una varita sobre él, tras la ventana polvorienta como adorno.

Entró ansioso por lo que sucedería.
Una vez dentro notó que las varitas tenían un brillo diferente al de la magia en las personas, se preguntó si eso se debía a que no estaban ligadas a la magia de ningún mago aún, a que su magia era pura.

Desde el fondo vió moverse otra nube luminosa de color celeste y poco después apareció el dueño del local tras el mostrador, el hombre, una versión solo un poco más jóven del Ollivander que había visto por última vez hace dos años, cuando se había sacrificado para darles tiempo de escapar en una de las redadas de los mortífagos cuando estaban reuniendo información para hacer el ritual.

El hombre lo obserbó tratando de averiguar de quien se trataba.
-Buen día, vengo a comprar una varita- hombre asintió y comenzó a sacar varitas después de haberle medido el brazo dominante y hacer algunas cuantas mediciones más, una tras otra, las varitas que le pasaba siendo descartadas y la magia alrededor de Ollivander revoloteando de un tono dorado, emocionada tal como lo estaba su dueño.

-Cliente difícil, cliente difícil- murmuraba Olivander cada que le retiraba otra varita, llevaban cerca de 30 minutos probando varitas cuando Ollivander murmuró algo que no logró escuchar y comenzó a pasarle varitas de la sección del fondo de la tienda sucediendo lo mismo otra vez, varita tras varita rechazándolo rotundamente.

Harry estaba comenzando a preocuparse.

Y sucedió, otra vez lo había escogido su varita de acebo y pluma de fénix, la calidez recorriendo su cuerpo entero tal cual su propia felicidad mientras chispas de colores volaban desde la punta.

Oh! cuánto había extrañado su varita, varita que se había roto cuando había visitado el valle de Godric buscando algo de información sobre los posibles horrocruxes de Voldemort una vez Harry lo vió moviéndolos a través de su conexión.

La sentía como una parte de sí mismo que había estado perdida por mucho tiempo, tres años, para ser más precisos.

-Si, ella ha encontrado a su dueño. - dijo Ollivander con aire satisfecho.
-Una varita muy poderosa, acebo y pluma de Fénix, 28 cm, flexible, estoy ansioso por ver que maravillas harás con ella muchacho-le dijo Ollivander.

Harry agradeció sonriendo al anciano y pagó los 7 galeones correspondientes por su compañera, saliendo entonces sintiéndose renovado.

Su siguiente parada :Túnicas para toda ocasión de Madam Malkin.

El local era tal cuál lo recordaba excepto por la bruja que lo atendió quien el asumía era la abuela de la Madam Malkin que el conoció.

-Necesito un nuevo guardarropa porfavor- la mujer lo miró de pies a cabeza, su magia mostrándole precaución y preocupación.
-que te pasó, querido, no necesitas un medimago? -
Harry negó suavemente con la cabeza, brindándole a la señora una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora.
-No,no, estoy bien, fuí asaltado en el mundo muggle y me robaron un poco de oro que llevaba con migo, luego me lanzaron al lodo pero no me lastimaron- Dijo Harry.
La bruja asintió aún luciendo preocupada mientras lo llevaba hasta dónde le tomaría las medidas para hacer su ropa.
-algún color en el que prefieras tus túnicas, querido? -
El asintió, - Verde, negro, azul, gris y blanco, y me llevo una ahora mismo en color negro.-
-casual, formal o de gala? -
-formal-
-bien, por el guardarropa completo serían 896 galeones, querido- Harry tocó con su varita el bolsito que le habían dado los Duendes y luego lo volteó sobre el mostrador de Madam Malkin para el el oro saliese y ella pudiese contarlo, ella tocó con su varita las columnas de galeones y estos comenzaron a entrar uno tras otro en fila, luego ella le sonrió afirmandole que la cantidad era la correcta, diez minutos después Harry salió del local con un bolsa en mano y pidiéndole a Madam Malkin le enviara el resto de ropa a su habitación en el Caldero Chorreante.


Días del futuro PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora