CAPITULO 24: Mentes tranquilas.

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En el hospital decidieron mantener a Valerie en observación durante prácticamente toda la noche antes de darle el alta. Algo que lo veía absurdo porque los que habían resultado heridos fueron Sam y Rachel. Pero solo sam se negó. Le declamó que los lobos no podían pisar un hospital con su temperatura corporal; ademas se curaban rápido. Y en eso tenían razón. No quedaba mas que una pequeña cicatriz en forma de botón que, según el, desaparecería a los pocos días. 

Rachel, por otro lado, no la pasó del todo mal. Tenia a todos los médicos de guardia a su disposición. Y Paul tampoco se separó de su lado. El tremendo disparo que había impactado en su rodilla había sido fuerte, pero por suerte no tendría que usar muletas y podría caminar sin problemas; solo cojearía un poco hasta que se cure totalmente la herida. 

Valerie, en cambio, tenia miedo. Cada vez que cerraba los ojos, reaparecía Ryan. Aún veía las manchas de sangre en su camisa, sus ojos desorbitados. Las visiones aterradoras no le daban tregua, recurrentes, con variaciones, a veces cambiando por completo; había momentos en que se veía a sí misma sangrando y agonizando tumbada en el suelo y contemplando al hombre que tanto odiaba.Cuando eso sucedía, instintivamente se llevaba las manos al vientre, buscando heridas inexistentes, hasta que se daba cuenta de que estaba en el hospital, sentada en la camilla y a su lado un adormecido Sam. Con su típica chaqueta de corderito y sus pantalones vaqueros. 

Hizo un movimiento que lo despertó y fijó su atención en Val, que estaba ya alerta y mirándolo. 

—¿Valerie?

Alzó la vista y se acercó a ella, sentándose en la camilla. 

—¿Como te sientes?

—Bien, dentro de lo que cabe. Pero sobretodo preocupada por ti—le dijo, y el tomó su mano suspirando. 

—Ya te dije que estoy bien. Me curo rápido. 

 —Eso no quita el hecho de lo traumático que fue ver como...—Val hizo un esfuerzo para no desmoronarse frente a el. Sam le colocó un mechón de cabello detrás de la oreja—Te quiero—confesó mirándolo a los ojos—. Se que debí habértelo dicho mucho antes, pero no podía... o no lo se... pero es cierto... te quiero...

Sam la besó en los labios con suavidad y luego le dijo:

—Yo también te quiero.—se recostó a su lado y la envolvió entre sus brazos. 


Al día siguiente, antes de salir del hospital, el oficial Swan pasó por la habitación en la que estaba Valerie para tomarles la declaración. Les dijo que la dosis de alcohol en la sangre de Ryan era tan elevada que él mismo se había provocado una intoxicación aguda. Combinado con la pérdida de sangre que había sufrido, era un milagro que hubiera conseguido permanecer consciente, era increíble. Val no dijo nada, pero pensó que ellos no conocían a Ryan ni comprendían los demonios que lo asediaban.

Cuando el oficial se  marchó, Sam lo acompaño a la entrada; quedándose Val sola con sus pensamientos. A pesar de que le había referido a Charlie lo que había sucedido la noche previa, no se lo había contado todo. Ni tampoco a Sam. ¿Cómo iba a hacerlo, si ni ella misma le encontraba el sentido? No les había contado que en los momentos que siguieron a la muerte de Ryan, cuando ella corrió al lado de Sam, había llorado por los dos. Le parecía imposible que, a pesar de haberse librado del terror que había pasado en aquellas últimas horas, también se acordara de los pocos momentos felices que habían compartido, de cómo se reían de ciertas bromas o de cómo pasaban las horas juntos.  Val no sabía cómo encauzar todos aquellos sentimientos. Pero lo que si sabia, era que una parte de ella, sintió paz; una extraña e inexplicable paz. 

IMPRIMACION ☾ SAM ULEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora