CAPITULO 2: Una tarta y ojos cafés.

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A pesar de que Valerie se esmeraba por atender diligentemente las mesas, los clientes siempre la retenían para sonsacarle información. Ella era eficiente y educada, y a ninguno parecía molestarle su actitud reservada. 

Cuando regreso a la zona para camareros, entregó el nuevo pedido al chef y prendió la cafetera. Tuvo que alternar el peso de una pierna a otra para no sucumbir al dolor de su espalda. Era intenso, con unas punzadas que parecían seguir el ritmo de los latidos de su corazón. El día anterior Ryan le había golpeado tan fuerte que tuvo que tomarse dos desinflamatorios antes de dormir; los cuales dejaron de surtir efecto hace unas horas. 

Colocó el agua y los granos de café en la maquina, y esperó a que se preparara. 

Dudaba que le hubiera dejado marca. Él sabía exactamente con qué contundencia tenía que golpearla; se preguntó dónde lo había aprendido, si acaso era algo que todos los hombres sabían o si existían clases secretas con instructores cuya especialidad era enseñar esas barbaridades. O si solo se trataba de Ryan. 

—¿Te diviertes con los interrogatorios?

Ella alzó la vista y vio a Rachel del otro lado del mostrador con una sonrisa y una bandeja vacía.

Valerie regresó su vista al café. 

—Estoy segura de que ya pueden escribir una biografía sobre mi— bromeó. Intentando olvidar su dolor. 

La risa de Rachel fue suave y musical. 

—Seguro que si— convino. Dio una mirada a los clientes y la colocó de nuevo sobre Valerie—.Por cierto, ¿hace cuanto que te mudaste?

—Casi dos semanas. 

—¿Y te gusta?. Es un mundo aparte, ¿verdad?

—¿Que quieres decir?

—Es evidente que eres de ciudad. A ver si lo adivino... Eres del norte, ¿no? 

Tras vacilar un momento, Valerie asintió.

  —Lo suponía —continuó Rachel—. Y cuesta un poco habituarse a la vida en el sur. Quiero decir, a mí me encanta, pero es que a mí me gustan los pueblos pequeños.  

—¿Eres de aquí?— Pregunto Valerie, mientras esperaba que la jarra se llenara. 

—Algo así, nací y crecí en La Push. Una comunidad que hay en la reserva india cerca de aquí; luego me marché, pero acabé por volver. La típica historia, ¿no?. Además, no es fácil encontrar un lugar con tanta belleza en cualquier otra parte del país.

  Val sonrió, y por un momento ninguna de las dos dijo nada. La puerta de entrada se abrió y Rachel repitió el procedimiento-de la clientela a Valerie-. 

—¿Te importaría ocuparte de la mesa nueve?, yo me encargaré de lo demás.—insistió. 

—De acuerdo.

Mientras avanzaba, Valerie podía oír retazos de conversaciones de las mesas más próximas, gente que departía animadamente sobre amigos o familiares, el tiempo o la pesca. Sin demorarse, se acercó hasta la mesa del rincón.

—Buenas Tardes.

—Hola...

Al escuchar el tono de sorpresa, levantó la vista de la libreta. Cuando sus ojos se encontraron...Valerie no supo que decir. 

Lo reconoció inmediatamente. Era el muchacho con el que había chocado el día anterior. Por lo visto, el tampoco sabia que decir. En vez de eso, se la quedo mirando, hipnotizado. Valerie intentó aderezarse un mechón de pelo detrás de la oreja, pero era demasiado corto y el mechón rebelde volvió a su posición inicial. Finalmente, ella rompió el silencio. 

IMPRIMACION ☾ SAM ULEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora