CAPITULO 3: Cliente regular.

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El primer mes paso rápido y sin dilación para Valerie. Continuaba trabajando sin parar en el restaurante. Cuando llegaba a casa por la noche, caminando, estaba realmente cansada, pero debía ponerse a cocinar y preparar una comida de catalogo o su esposo se enfurecía. 

Ella se repetía a si misma que su situación era temporal. Que lograría salir de ese infierno. Sin embargo, cada vez que se ponía a pensar en ello, le agarraba un estado de pura ansiedad. No obstante, debía tener paciencia, y empezar poco a poco. Por ejemplo, con el dinero. Sabia que el le controlaba cada centavo que gastaba o recibía del trabajo, así que cuando le pidió a Rachel que en su ficha figurara menos dinero del que en realidad ganaba, esta se mostró genuinamente confundida. 

—A ver si entendí, ¿Quieres que te baje el salario?

—No, quiero que "parezca" como si me hubieras bajado el salario. 

—¿Por que?

  «Porque necesito dinero para poder huir », pensó Valerie, pero en cambio contesto:

—Porque mi esposo es un compradicto. Y no solo gasta su dinero, sino que también el mío. 

Rachel hizo una mueca.

—Uy, que mal.

—¿Verdad?—convino Valerie. 

—Aunque no parezca, los hombres son peores que las mujeres. Cuando se empecinan con algo... ¡ZAZ!, no hay nada que los detenga.—comento negando con la cabeza. Colocaba unas donas glaseadas en una cajita de cartón. Valerie espero para ver si decía algo mas; como no lo hizo, ella hablo: 

—Entonces...¿podrás?

—¿Que cosa?—apostilló. Al segundo siguiente, recordó de lo que estaban hablando—. Oh, lo siento. Por supuesto, no creo que haya problema. 

Valerie suspiro aliviada y se lo agradeció. 

No había mucho para hacer en el restaurante ese día, aparte de lavar los platos y colocar los postres en el recibidor. Rachel termino por embolsar el paquete. 

—¿Te importaría ocuparte de la tienda mientras no estoy?. Es que tengo que entregar este pedido a la comisaria.

—Seguro—contesto val, agradecida de que no fuera ella la que tuviera que llevarlos—.Ademas, no creo que suba el ritmo de trabajo.

Rachel arrugo su nariz. 

—Yo tampoco lo creo. Con este clima, lo único que uno quiere es estar en su casa pegado a la estufa.—dio un largo suspiro lamentero—Pero bueno, ¿que se le va a hacer?. Mejor me voy antes de que me arrepienta. Nos vemos al rato. 

Rachel se marcho y Val se sentó en la silla detrás del mostrador, Aunque rápidamente esbozo una mueca de dolor al notar que se le tensaban los músculos de las piernas. Esta vez, Ryan no había tenido nada que ver; sino sus largas jornadas de pie y extensas caminatas. Respiro hondo varias veces seguidas y espero a que cesara el dolor. Luego se dedico a preparar mas café. 

No había transcurrido ni un minuto cuando la puerta se abrió. Lo primero que ella vio fueron sus botas de nieve; un instante mas tarde, se fijo en la chaqueta de abrigo con corderito que siempre utilizaba. Cuando llego a su rostro, lo único que pudo hacer-al igual que todas las veces en la que sus ojos se encontraban-, fue mirarlo. El sonrió y enfiló a una mesa del rincón. Se pasaba por el restaurante, por lo menos, cuatro días a la semana, aunque en diferentes horarios. Algunas veces, llegaba tan temprano que resultaba ser el primer cliente de la mañana; o en muchas otras, el último de su turno. 

Valerie sintió un nudo en el estomago. Estaba nerviosa. Él la ponía nerviosa. Quizás era el efecto que Ryan causaba en ella cada vez que un hombre se le acercaba. Como una armadura invisible que impedía el paso de cualquiera. Se preguntó si sería capaz de superar aquel temor en algún momento.

IMPRIMACION ☾ SAM ULEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora