Al fín.
Al fin estaba nuevamente frente a él.
Mi corazón latía frenéticamente al ver lo acorralado que lo tenía por fin, recordándome que este había sido el propósito de mis últimos diez años, de mi vida entera.
Agarro el puñal con fuerza, aquel arma que lo había cambiado todo en mi vida.
El ciervo me mira, sus ojos centellean frenéticos en una mezcla de miedo, esperanza y sumisión.
Camino un par de pasos hacia él. Quería acabar esto de una vez por todas y ser de nuevo libre.
Ah... La libertad, por fin la estaba tocando con la punta de los dedos.
Por fin todos ellos podían descansar en paz, porque se habría cumplido el propósito de su muerte y me habría vengado.
No puedo evitar emocionarme y que el miedo me volviera a invadir como la última vez.
Pero mi hermano aclara mis pensamientos con un simple gesto.
Se sienta en el césped y mira el suelo con cansancio.
¿Qué hace? ¿Por qué no huye? ¿Es que cree que le dejaré escapar de nuevo?
Agarro con fuerza el arma y la coloco frente a él, esperando algún tipo de respuesta.
Pero no obtuve nada de él.
—¿La reconoces?— escupo con ira y asco.
Sus ojos por fin se posan en los míos, haciendo que todo mi cuerpo titubeara por un instante.
—Es el puñal con el que asesinaste a mi mujer— responde.
Acerco todavía más su filo, cada vez más furioso.
—¡¿Y qué hay de nuestros padres?! ¿Es que acaso se te ha olvidado todo lo que has hecho? ¡Los has matado, joder!
Aprieta sus manos con fuerza y vuelve a posar su mirada en la tierra.
—Había olvidado como sonaba tu voz— responde— la echaba de menos.
Extiendo mi mano hacia su cuello y lo aprieto con fuerza mientras clavo el puñal a modo de advertencia en la mejilla.
Las palabras no me salen, mi enfado y mis instintos comienzan a tomar el control de mi cuerpo.
Pero él continúa sin responder, ni siquiera hacer un simple gesto de desagrado, de temor... Nada.
No podía creerme que tras tantos años huyendo de mí ahora se rindiera tan fácilmente.
Era patético.
—Has matado a nuestros padres, has violado a mamá y me has roto la vida entera— contesto, un par de lágrimas resbalaban por mis mejillas— ¿Y esto es todo lo que haces? ¿Sentarte y olvidar todo lo que hiciste? ¿Acaso crees que te librarás de pagar por todo el daño que has causado?
Sus ojos por fin cobran vida, la sorpresa había inundado su rostro de los colores más sorprendentes que jamás había visto, como aquel campo de flores.
Pero de nuevo, no dice nada.
¿Por qué no decía nada?
—Me encantaría haber tenido una vida normal a tu lado, Loan, de verdad que nada me hubiera hecho más feliz— dice tras un sepulcral silencio.
—Tu te has encargado de que jamás ocurriera esa posibilidad— digo, y noto como mi mano tiembla— Pero se acabó, papá y mamá podrán descansar por fin.
—Eso es cierto— sonríe— por fin dejarán de ver a sus hijos persiguiéndose...
Aprieto mi agarre.
Mi mente estaba envuelta en una niebla negra de ira y desesperación.
No podía pensar con claridad, o más bien no quería.
—Adiós, Marconny— le digo antes de descender el puñal en su corazón.
—Adiós, Loan— responde él con una sonrisa.
El puñal se clava en su carne como si cortara un trozo de tela.
Al separar el arma, una pequeña luz sale del interior de su corazón.
Aquella era la luz que tanto ansiaba ver.
Sonrío, lleno de felicidad.
Pero pronto aquella brillante esfera inunda mi entorno de blanco y comienza a proyectar imágenes a mi alrededor.
Las noches de tormenta en las que me abrazaba a mi hermano con cada trueno aparece enfrente de mi.
Las tardes en el patio trasero de nuestra casa leyendo cartas, jugando al pilla pilla...
Los días grises en los que nuestro padre se iba por días junto con nuestra madre y mi hermano me hacía mi comida favorita para que no estuviera triste.
Todas aquellas imágenes empiezan a acecharme como un fantasma del pasado.
Las había olvidado por completo.
Una última imagen se acerca con delicadeza, era el rostro de mi hermano, sus ojos claros reflejaban el más puro terror a pesar de que su rostro está empapado de sangre.
Era de aquella noche, la que marcó un punto final a mi antigua vida.
"No mires" me dice al darse cuenta de que yo estaba ahí
"Por favor no mires" continúa entre lágrimas que se difuminan con la sangre.
"Lo siento, lo siento" repite en un ataque de arrepentimiento.
Extiende su temblorosa mano hacia mi.
"Yo te cuidaré como hice hasta ahora, por favor confía en mí".
Pero yo no confié.
Y todo se volvió oscuro de nuevo.