XII

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El amanecer hacía su aparición, por las montañas el sol daba la bienvenida a un nuevo día, el frondoso campo se estaba llenando de los tenues rayos del amanecer. Las aves cantaban y en medio de la llanura, dos caballos con los aventureros montados en ellos, se dirigían hacia el lado contrarío por donde se alzaba el astro rey. El trote de los animales era constante, estaban perfectamente sincronizados, como si se hubieran adiestrado para galopar al unísono. Al fondo de la vereda, una valla se estaba asomando, cuando fue divisada por los jinetes, Dimitri la señalo y encomendaron a los caballos acelerar su paso; estando a solo unos pasos de la cerca hecha de madera, jalaron de las riendas a los corceles para que saltaran sobre el delimitante.

Estando del otro lado, se encontraron en un camino angosto de tierra que servía como delimitante entre dos parcelas. Con el campo de sembradío y el aroma del mar, el que una vez fuera un asesino, supo que estaban en el poblado donde vive su amigo de antaño. Llegaron a la parte central de la villa junto a los caballos, bajaron rápidamente y, sin tener tiempo de explicar algo, se vieron rodeados por diversas personas sorprendidas por la llegada estrepitosa de aquellos forasteros.

Las miradas de todos estaban concentradas en los dos viajeros. Los murmullos iniciaron, no estaban seguros de lo que deberían hacer al estar frente a ellos, sería descortés no hablar con ellos, pero ninguno quería ser el primero en hablar con los extraños. Entre todos los que estaban ante los aventureros, un hombre joven alzó la voz ante todos para señalar quienes eran los que habían irrumpido en el pacífico pueblo.

–Atención –gritó aquel hombre–. No son ningunos desconocidos, son aquellos que derrotaron a quién hace tiempo vino y atemorizó nuestro poblado señalaba a Argos y Dimitri en todo momento–. Son los amigos del señor Marcos.

Dicho esto, los pobladores dejaron de murmullar y se acercaron para atender las necesidades de sus salvadores. Todos los adoraban como héroes por sus hazañas contra Zenor cuando estaban en búsqueda de Dimitri para eliminarlo. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca de sus salvadores, ellos les preguntaron sobre el paradero de Marcos, pues era la razón por la cual llegaron a aquel tranquilo lugar.

Desde lo lejos, recargado sobre su hombro en un árbol a la distancia del tumulto, Marcos miraba con una relajación absoluta, como sus vecinos admiraban a los aventureros. Pasados unos minutos, el informante de Dimitri se dignó a recibirlos; caminó tranquilamente hacia el grupo de personas y, abriéndose paso entre todos, hablo para que se apartaran de sus invitados. Estando ya libres de los admiradores, los dirigió hacia su hogar, para que estuvieran cómodos por un breve momento.

–Me alegra verte de nuevo –decía a su amigo mientras lo abrazaba amistosamente–. ¿Qué los trae por este lugar de nuevo? ¿Y su amiga?

La cara de los invitados se dirigió hacia el suelo, ignorando la última pregunta. El silencio fue incómodo. Ninguno de los aventureros se atrevió hablar, no querían empezar la charla con ese tema tan complicado. O simple mente aun no podían asimilar lo que había ocurrido.

–¿En qué les puedo ayudar? –marcos rompió el eterno silencio–. ¿Sucede algo?

–Antes que nada –espetó Dimitri– queremos saber qué es lo que sabes hasta ahora de lo pasa dentro del Imperio. ¿Hay algún tipo de irregularidades dentro de la Ciudad Imperial?

–Es raro que tu preguntes sobre eso –la sorpresa de Marcos no se hizo esperar– ¿No será que tu...?

–Solo dinos si sabes algo o no –no permitió que terminara aquella pregunta. La molestia se sentía con las palabras de Dimitri. Argos seguía mirando hacia el suelo, pero al pendiente de lo que se discutía en el cuarto.

Una mirada seria por parte del anfitrión se clavó directamente en quien preguntaba sobre la información. En su cabeza se hacía varias preguntas para intentar deducir, por medio de la sugestión cual era el interés de Dimitri en cuanto a los asuntos que acontecían sobre la Ciudad Imperial. La información que él conocía; el hecho de que aquella mujer no se encuentre con ellos; el evitar el tema de la ausencia de Luna; que Dimitri pregunte sobre información de la Familia Imperial. Todo parecía coincidir. Pero no quería jugar con fuego. Dejaría que todo fluyera hasta que consiguiera esa respuesta.

La leyenda de MantraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora