XV

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Finalmente, los dos aventureros que estaban en rescate de su preciada amiga se encontraban dentro del gran Reino Central; lograron introducirse a la gran ciudad sin problemas por la entrada al reino, pues nadie los conocía por aquel lugar, pues no habían dado señales de vida después de su encuentro con los Danes allá en el Reino del Este. Lo que les preocupaba era si alguno de los militares ahí presentes pudiera reconocer a Dimitri, pues era uno de los enemigos más buscados por el imperio; por fortuna, no le intentaron apresar, al parecer era cierto aquello de que su cabeza ya no tenía precia por lo sucedido hace ya varios años.

Tras pasar por las diferentes revisiones, se pusieron en marcha a encontrar un lugar por donde quedarse la noche, pues la puesta de sol no tardaba en llegar para ellos. Caminaron sin llamar la atención de los habitantes, solo caminaron derechos a una posada que Dimitri conocía de las varias veces que tuvo que quedarse en aquel lugar en sus días como asesino.

Pagaron en la recepción lo indicado por alquilar un cuarto, alrededor de 30 tabores la noche, y procedieron a ocuparla para así sentirse tranquilos de estar ya en su destino sin haber pasado por ningún pormenor durante su trayecto.

Dimitri aprovechó el momento para brincar sobre el colchón de la cama para recostarse encima de la sabana y así descansar momentáneamente de su agotador viaje que tuvieron para llegar al Reino Central. Argos solo se sentó en el piso con las piernas recogidas, se cruzó de brazos y cerró los ojos momentáneamente. Tras un par de minutos meditando en silencio absoluto, miró a su compañero en una completa calma, como si nada le molestara en ese preciso momento, lo que no tenía en cuenta es que en la mente de aquel hombre se estaba maquinando una forma en la cual pudieran recuperar a Luna sin tener que estar mucho tiempo expuestos.

Cansado de mirar la supuesta arrogancia de Dimitri, Argos se levantó y, poniendo sus manos en el cuello de la camiseta que llevaba puesta su amigo, lo alzo de la cama, haciendo que sus pies se despegaran del suelo, lo puso frente a su rostro y lo encaró.

–Te ves muy relajado tomando en cuenta la situación en la que estamos –su enojo era evidente con cada palabra–. Pero dime una cosa Dimitri ¿cómo planeas recuperar a Luna? Y lo más importante, ¿cómo lo harás sin que seamos capturados en el intento? –sus preguntas estaban cargadas con una severidad tal, que se podía sentir has fuera del cuarto.

Tomando por los brazos a su fornido amigo, respiró profundamente para comenzar a decir suavemente.

–Primero tenemos que lograr entrar al castillo sin levantar sospechas para lograr llegar a Luna rápidamente, luego de hacer eso...

–Explícame como piensas hacerlo –interrumpió a su compañero antes de que pudiera completar aquella frase. La expresión de Argos cambio a una de total desesperación.

El asesino agachó momentáneamente la cabeza. Con determinación tomo el valor para comentar esa parte de su plan.

–Eso es algo fácil. Primero provocaremos una pelea con los Danes con la finalidad de que nos lleven arrestados a su cárcel. Ya estando dentro de los muros del castillo imperial solo es cuestión de buscar a Luna y salir sin ser descubiertos. Pienso qué, si ella pudo salir del castillo por sus medios, lo será más si la acompañamos.

"Para lo de la pelea, conozco un bar cerca de este lugar que es muy frecuentado por esos tipos, nos topamos con uno de los soldados borracho, unos cuantos empujones y listo, tenemos nuestro pase directo al castillo".

Argos estaba conmocionado con la explicación que recibió por parte de Dimitri, tanto que lo soltó haciendo que callera de sentón en el suelo. El rubio dio unos pasos hacia atrás, topándose con la pared, pues el hecho de que su compañero haya planeado todo eso lo tenía completamente impresionado. Después de un tiempo repasando ese plan en su mente, alzó la mirado dirigiéndose a su compañero, quien apenas se estaba incorporando de la pequeña caída que le provoco que Argos lo soltara sin previo aviso. Esperando que Dimitri se incorporara completamente, quería que le despejara la única duda que tenía en aquel momento.

La leyenda de MantraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora