XX

16 5 5
                                    

Antes de la existencia de la humanidad, y de la vida misma, existía la nada. Solo estaban las dos entidades más fuertes del universo: Taro, dios de todo lo existente, habido y por haber, de la creación y la destrucción, su poder era el de la oscuridad; Dana, diosa de la fertilidad, la paz y de la prosperidad, se le concedió la virtud de la luz. Fueron ellos quienes dieron origen a todas las cosas que se pueden ver y sentir, se dio un equilibro que permitió que la vida pudiera surgir en la Tierra. Cuando la vida surgió, las personas le dieron el crédito a la diosa, aunque fue Taro quien dio origen a los primeros hombres que habitaron el mundo recién creado.

Como un regalo para su creación, les dieron la capacidad de utilizar su propia energía para poder utilizarla en beneficio de la civilización, por un momento esto funciono, por desgracia, cuando las personas descubrieron que, con sus poderes, dados por una gracia divina, se dieron cuenta que era muy efectiva para dañar y someter a otros a su voluntad. Fue ahí que decidieron dar un equilibrio.

Aun con todo su poder sobrehumano, los dioses tienen solo dos limitantes: la primera es que no pueden influir en pro o en contra de una persona o grupo; mientras que la segunda es que no pueden eliminar o agregar algo que resulte perjudicial para la vida en el planeta.

Cuando las personas empezaron a crear civilizaciones, a la par que sucedían eventos que a las deidades originales no podían controlar, por las limitantes de sus propias habilidades, decidieron engendras a sus hijos: Deo, dios de la guerra y del inframundo, a él le fue encomendando darle equilibrio a las disputas que tenían los humanos, su poder provenía del fuego; Rena, diosa de la cosecha, el amor y la abundancia, se le otorgo la habilidad de manejar el agua.

Al principio, cuando ya estaban cada uno de los dioses concentrados en sus puestos, la paz era algo que prevalecía a lo largo y ancho de todos los territorios de su más grande creación: el único planeta donde existe la vida. Taro y Dana cuidan de forma omnisciente y constante los hechos que ocurrían en la Tierra, al mismo tiempo que Deo vigilaba la entrada y custodiaba que nadie saliera del inframundo, Rena se encargó de que los habitantes de aquel mundo tuvieran los alimentos necesarios para que no pelearan por ellos, una de las razones de que existieran las disputas en aquellos tiempos. Pero aquel equilibrio de poderes se vería truncado debido a la pereza que estaba presente en los primogénitos de los dioses.

Después de varios años desde que comenzaron a vigilar las actividades que sucedían en la Tierra, los jóvenes dioses pensaron que no era necesario que ellos estuvieran presentes para que las cosas funcionaran conforme a la voluntad de sus padres. Para evadir sus responsabilidades tomaron parte de sus poderes, junto con algo la energía que lograron obtener de Taro y Dana, para darle a los humanos las habilidades que necesitas para controlar los aspectos fundamentales de su vida: el fuego, el agua, la salud y su propia energía. Fue en ese momento en el que surgieron las piedras mágicas.

Cuando los dioses de la luz y la oscuridad se enteraron de lo que sus hijos hicieron, los despojaron de sus habilidades, condenado a Deo a vigilar permanentemente los abismos del infierno, sin la posibilidad de salir de él; por su parte, a Rena la hicieron una con la misma tierra, para que, a través de su dolor y sufrimiento, diera vida y buena cosecha a los habitantes de la Tierra. Pero aun con estos castigos impuestos, no podían revertir lo hecho, pues los humanos ya habían dominado y perfeccionado el uso de las piedras. Pero no podían quedarse de brazos cruzados.

Para evitar que la humanidad sucumbiera ante las devastadoras guerras, los dioses decidieron que debían de establecer a personas que pudieran cumplir una función de combatiente en contra de las fuerzas que intenten dominar para sí solas el mundo; con este propósito en la mente, surgen los semidioses. Personas que cumplen con las características que requieren los dioses para cumplir con su misión: estar alejados de la influencia de algún reino, ser honrados y con un gran sentido de responsabilidad. Para esto, escogieron a diversas personas para distribuirlas en puntos estratégicos de planeta para que toda la responsabilidad no recaiga en un solo individuo.

La leyenda de MantraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora