My Electric Angel [Dani Fernández]

Cinco

Habían pasado semanas y yo y Lydia íbamos siempre a las firmas y los conciertos con Álvaro, David, Blas, Carlos y Dani. Y ese día nos había tocado esperarnos en las escaleras del Corte Inglés de Badajoz, bastante lejos de donde vivíamos. Durante horas esperamos rodeadas de fans que se hacían fotos con nuestros chicos. Por suerte, la gira de firmas terminaba en ese Corte Inglés, a las nueve de la noche. Quedaban un par de horas, entonces, Lydia y yo nos levantamos y pusimos rumbo a las tiendas de ropa, aún que yo era mas de videojuegos.

Horas más tarde, volvimos con los chicos para cerrar la firma. Todas y cada una de las fans se iban con una sonrisa en la cara, y si eso a Dani le hacía feliz, a mi también. Nos embarcamos en un viaje de unas horas bastante largas, todos se pusieron a dormir, menos yo, que iba de copiloto en uno de los asientos delanteros, junto a Álvaro, que conducía.

- ¿Te molesta que me ponga los cascos para escuchar música?- Le pregunté mirando mi móvil.

- No -respondió mirándome de reojo con una sonrisa-, tranquila.

Coloqué la clavija de los cascos en el celular y los cascos entornando mis orejas. Me apoyé entre la ventanilla y mi asiento; me relajé escuchando Beethoven y cerré los ojos. Desperté el día siguiente en una cama ajena a la mía. Me deshice de las sabanas que me envolvían y puse mis pies rozando la madera del suelo. Medio dormida y despeinada, bajé por las escaleras con cuidado.

Cuándo pasé por el salón, vi a alguien dormir en el sofá. Me acerqué y era Dani, dormía aproximadamente desde hacía horas, ya que el cojín estaba debajo de la mesita de café. Inhaló y expiró, se movió un poco y volvió a respirar fuertemente. Pasé un rato largo sentada a su lado, mirando como dormía. Me levanté intentando no despertar le. Me asomé y vi la furgoneta aparcada fuera y mi casa, que parecía silenciosa.

Viendo que no había nadie despierto decidí volver a aquella cama y allí relajarme hasta que se hiciera más tarde. Pero cuando pisé el primer renglón de la escalera algo tiró de mi camiseta. Me giré y allí estaba Dani.

- Eh -Dije sorprendida-. Siento mucho haberte despertado.- Agitó la cabeza conforme de que no pasaba nada. Y supuse que la habitación en la que había dormido era la suya.

Le cogí de la mano y su cara se enrojeció. Le guié hacia su habitación, aún que ya supiera donde estaba. Me tiré encima de su cama y él se quedó quieto, en la puerta, como si fuera una estatua. Se acercó un poco y se apoyó con el hombro en la pared, entonces me sonrió. Entonces estiré el brazo, le cogí de la camiseta, y tiré un poco para que al menos se sentara al borde de la cama. Así, me levanté y me puse a su lado, apoyando mi cabeza en su hombro. Él me miró y volvió a ponerse rojo. Y en un instante intercambiamos miradas. En la casa reinaba la paz, la tranquilidad y el silencio. Entonces, fue cuando me di cuenta de él se acercaba a mí con esos ojos dulzones. Pero de repente un estruendo y un grito resonó por toda la casa.