Veintiocho

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Estaba plácidamente dormida, cuando un dulce beso en mi mejilla me despertó. La luz de la lámpara de mesa me cegaba, pero cuando por fin pude ver bien, vi a mi precioso rubio al lado de mi cama, agachado. Miré curiosamente la hora, eran las dos menos diez.

Me hice a un lado y él se echo junto a mi. Hacía tiempo que no nos colocábamos así. Él hizo a un lado, el pelo que caía delante de mi cara; sonrió y yo sentí una punzada en el corazón. Lydia tenía razón, era el padre y debía saberlo. Pero no por el momento.

Le abracé y volví a dormirme, mientras él me acariciaba el pelo, y yo olía su perfecto perfume.

Desperté de la misma manera en la que me dormí, rodeada por sus brazos y su aroma. Le di un beso y me levanté sin despertar le. Me miré de perfil en el espejo, mientras me hacía un moño mal echo, y seguidamente me pasé la mano por la barriga. No tardaría en empezar a notar se.

Bajé y me encontré a Lydia intentando pasar con la maleta por la puerta. Tenía tanta ropa que no cabía ni de un lado ni de otro. Blas empujaba por detrás y Lydia casi se mata tirando de la maleta hacia fuera. Tardaron poco más de un cuarto de hora, sí, un cuarto de hora. Y por fin se habían mudado, dos casas más a la derecha, pero finalmente no me tocaría tanto las narices.

David, que estaba allí para cotillear, me miró de reojo y una media sonrisa apareció en su rostro. Cuando todos habían ido a mirar la nueva casa de los dos tortolitos, David se acercó a mi. Tenía una gran y blanca sonrisa. Se centró en mirar mis ojos un buen rato, mientras se acercaba poco a poco a mí. Me acorraló contra la pared, pero justo en ese momento Dani me llamaba desde algún lugar de la casa, así que salí por patas.

Subí al dormitorio, y allí estaba el rubio, abrigado con la sábana, me pidió que fuese con él. Me tumbé y me puse mirando sus ojos, de nuevo, era lo que más me gustaba de él. Empezó a acariciarme la espalda y a darme besos suaves por todas partes, quitándome la camisa del pijama, dejó de estar a mi lado para ponerse encima de mí. Beso tras beso, caricia tras caricia, mi cuerpo se pegaba más al suyo. Pero entonces, algo en mí me detuvo. Debía decirse lo, era ahora o nunca.

- Dani, para. - Susurré. Me miró extrañado y se quitó de encima mío, tumbándose a mi lado. - Tengo que contarte algo.

- No me preocupes más. Dime lo - Me miró con unos ojos profundos, serenos y preocupados a la misma vez. Entonces entendí que pasara lo que pasara, lo tendría a mi lado.

- Dani... - Suspiré, no sabía ni como decirse lo. Dudé varias veces. Pero mi inseguridad aumentaba, hasta que él me besó, así se lo solté de una vez por todas, sin pensar lo más. - Dani, estoy embarazada.

My Electric Angel [Dani Fernández]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora