Once

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Desperté temprano para ir a la galería de arte. Cogí el cuadro, casi recién terminado, y las llaves del coche. Tenía un buen rato hasta mi destino, así que me puse la radio y disfruté la música clásica. Roberto, el dueño de la galería, estaba muy contento con mí cuadro, decía que era lo mejor qué había pintado hasta ese momento.

En cuanto me despedí de él, me dirigí a casa de Lydia para comprobar como estaba. Apaqué en frente del apartamento y subí enérgicamente las escaleras.

Piqué al timbre y me abrió ella, con una sonrisa de oreja a oreja; sin pensármelo dos veces, la abrazé. Me enseñó las radiografías que el médico le había echo hacía dos días, y que en nada se iba a mudar de casa de sus padres.

Desayuné y me fui. Cuándo ya había vuelto a coger el coche, me pasé por el supermercado. Compré unas cosas que me faltaban en la nevera. Y cuando volvía al coche, estaba allí, apoyado en la puerta del copiloto. Me miró, con sus ojos risueños y llenos de energía. Me besó y me cogió las bolsas de la compra.

- ¿Que haces aquí? ¿Y como has llegado? - Dije subiendo al coche

- Te echaba de menos - Dijo, no muy convincente.

- Ay - Exclamé yo -, tengo que irme a casa ya. ¿Subes?

Subió y se abrochó el cinturón. Me pregunto a dónde había ido tan pronto, y estuvimos hablando de mi hermano, de su hermana, de nuestras familias. Pude hablarle tranquilamente de la mía. Llegamos a mi casa, y me ayudó a llevar la compra a dentro. Nos sentamos en el sofá y nos abrazamos y besamos durante bastante rato. Luego nos despedimos, tenían una sesión de fotos y yo tenía cosas que hacer como limpiar la casa.

El cielo se fue nublando y al cabo de las horas o tal vez minutos, empezó a llover y a caer rayos. En poco, la furgoneta entró en el parking. Sonreí inconscientemente.

De repente un rayo cayó casi al lado de casa y la luz se fué. El estruendo del trueno hizo que me tapara los oídos y tirarme al suelo. Oí golpes en la puerta, me levanté con rapidez, pero mis movimientos eran torpes. Abrí y Dani entró de sopetón.

Otro estruendo y mis oidos pitaban, el pitido hacía que mis oídos dolieran. Dani se me echó encima y me abrazó, lo más fuerte posible.

- Sht...- susurró - Estoy aquí, tranquila, mirarme - Sujetó mi barbilla con sus dedos y acercó sus labios a los míos y me besó suavemente -. Ya está.

Nos quedamos minutos así, en ese mismo sitio, hasta que recuperé totalmente el sentido. Nos sentamos en el sofá, me tapé con la manta y me tiré encima suyo.

- ¿Te apetece venir conmigo, mañana - pausó la frase varios segundos -, a ver a mi familia?

Sonreí, asentí con la cabeza y le besé.

My Electric Angel [Dani Fernández]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora