Prólogo: Hace 15 años...

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La joven pasó toda la semana previa a los campamentos notablemente nerviosa, le costaba concentrarse en sus tareas y apenas probaba bocado. Se pasaba las noches sonriendo al póster de UPA Dance que tenía empapelado en el techo de su dormitorio, imaginándose a ella misma formando parte del elenco de bailarines. La danza era su sueño y por fin podría cumplirlo.

Después de muchos esfuerzos había logrado convencer a su madre para que le apuntara al campamento de danza que su colegio, las jesuitas de Sarrià, organizaba anualmente en la localidad de Granollers. Cada año durante toda una semana, las jóvenes promesas escolares que podían permitirse financiar ese viaje (quien es pobre es porque quiere) acudían a una casa de campo en mitad de la naturaleza con una piscina de dudosa salubridad. Todas las actividades giraban entorno a la danza (gimnasia rítmica, clases de breakdance, música urbana...), el sueño de cualquiera pequeña bailarina.

La pequeña Chanel acudió ilusionada, imaginando como esta experiencia podía cambiarle la vida por completo. La primera sorpresa fué tener que compartir la casa de campo con alumnas de otro colegio: las jesuitas de Gràcia. A Chanel esto le hubiera dado absolutamente igual de no haber sido por una joven que desde que cruzó mirada con ella, no paró de molestarla. La primera vez que coincidieron fue en la clase de ballet, entre maillots y medias puntas clásicas, donde la chica abordó directamente a la sweet Chanel:

Hola.

Hola. - Chanel levantó la vista mientras se calzaba sus medias puntas al atisbar una sombra sobre ella.

¿Cómo te llamas? - Le preguntó, mientras las dos chicas que la acompañaban rieron entre dientes. Chanel no entendía qué era tan gracioso.

Me llamo Chanel, ¿Y tú? - Al decirlo, sus risas se convirtieron en carcajadas.

¿Sabes? Mi madre tiene un vestido con tu nombre. Eres una marca de ropa. Vaya nombre más raro. - Chanel se esforzó por esbozar media sonrisa, era habitual que la gente se sorprendiera al escuchar su nombre, pero pocas veces habían sido tan desagradables como aquellas chicas.

¿Y de dónde eres? - Siguió preguntando la chica, tras observar que Chanel no tenía planeado contestar.

De Barcelona. - Contestó Chanel con toda la obviedad del mundo.

Ya, y yo de China - las amigas volvieron a reír a carcajadas. - ¿De dónde eres de verdad?

Nací en Cuba pero soy de aquí. - contestó Chanel un tanto incómoda. Siempre se preguntaba porqué la gente ponía tanto empeño en saber dónde había nacido.

Ya decía yo...porque muy blanca no eres ¿Sabes? No eres como nosotras, que somos españolas. - Las amigas asentían a todo lo que decía esta desconocida.

Para tu información yo también soy española. - Chanel empezaba a enfadarse y ni siquiera era consciente del motivo.

Si claro, y yo Hannah Montana. - las chicas volvieron a reír. Chanel pensó que eran tontas de remate.

A ver si te enteras, soy de aquí de Barcelona y mi abuela es de Olesa de Montserrat que para tu información está en Cataluña y voy a ser la bailarina más famosa de españa. - Contestó acelerada Chanel mientras se incorporaba, todavía con las medias puntas a medio atar.

Claro, y cuando lo seas yo te haré los coros y bailaré contigo si te pare-

La frase fue interrumpida por la profesora de ballet que acababa de dar por iniciada la clase. La tristeza que sintió Chanel no desapareció en lo que restó de día y pese a que había momentos que lograba olvidarse de lo sucedido, volvía a recordar aquella conversación tan desagradable cada vez que se topaba con la chica. Ella, por su parte, parecía encantada cuando coincidían y le hacía sendos gestos claramente para ofenderla. Normalmente le enseñaba la lengua o murmuraba algo a sus fieles acompañantes para alejarse riendo y señalándola. Chanel en ningún momento barajó explicarle aquello a nadie, se acabó haciendo a la idea y centrándose en su máximo objetivo: bailar.

No fue hasta el último día que coincidieron en la clase de música urbana. Era su clase favorita y acudía todos los días, por eso le sorprendió ver a la chica entrando disimuladamente en el aula. Iba sola. Chanel la observó en silencio y pudo ver cómo a diferencia de su actitud habitual, se la veía tímida e insegura. Sus miradas coincidieron y rápidamente ésta la rehuyó. Chanel no entendió aquel cambio de actitud.

Los últimos diez minutos de clase la profesora propuso improvisar y dejarse llevar por la música, animando a que todas las alumnas bailaran. En ese momento, Chanel descubrió cómo se llamaba aquella chica que se había dedicado a atormentarle toda la semana: María. María fue el nombre al cual respondió cuando la profesora la llamó para que saliera a la pista. Mientras aquel nombre resonaba en su cabeza, se dedicó a observarla. Llegó a la conclusión de que la tal María era una excelente bailarina y no podía parar de mirarla, definitivamente quería ser como ella. O al menos, moverse como ella. La profesora fue llamando a más compañeras hasta que llegó su turno: Chanel se añadió al baile generalizado donde todas reían y bailaban de un modo extraño y enérgico. Chanel más adelante recordará este momento con una sonrisa.

Igual que también recordará estar bailando sobre sí misma e ir acercándose lentamente a María, o María a ella, quien sabe. Recordará los ojos marrones de María igual que recordará la camiseta naranja de la marca El Niño que llevaba. También recordará su collar de conchas y el ruido que hacía al subir y bajar mientras María bailaba. El olor a cloro que desprendía su pelo todavía húmedo. El pecho de María subiendo y bajando una vez la música había finalizado y aquel mechón de pelo que bailaba al son de su respiración y le tapaba media cara mientras se miraban fijamente. Todo eso no lo olvidará jamás. Tampoco como María salió corriendo del salón justo cuando acabó la clase, cómo si hubiera despertado de un sueño o cómo si le estuviera persiguiendo una avispa, pensaría Chanel.

No se vieron más. Al día siguiente, Chanel volvió a casa.

El booty hypnotic del que me enamoréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora