Capítulo 16: ¿Hacía donde va todo esto?

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(Perdonad estoy teniendo un asunto personal estas semanas que me tiene muy ocupada. No puedo prometer cuando volveré por aquí, pero será pronto. Quizás hoy la historia tenga un punto nostálgico, así andamos hoy. A cuidarse mucho amores y recordad esta noche y mañana hay luna llena.)

Han pasado semanas desde nuestra misión de espionaje. Durante ellas, María y yo hemos sido inseparables. Tan inseparables, que las videollamadas diarias y los cafés matutinos han pasado a ser una costumbre. Una costumbre aterradora, pues no paro de repetirme que la primera lección para evitar el sufrimiento es no acostumbrarse a nada. Y mucho menos a nadie. Supongo que es el precio a pagar después de varias mudanzas y de dedicarse al teatro. Hoy trabajas en esta función, hoy vives en esta ciudad; pero mañana ¿Quién sabe?

Intentar forjar vínculos en contextos tan efímeros me han hecho solitaria. La soledad es mi escudo. Y la soledad es algo que entiendo y reconforta. Pero desde que María entró en mi vida, a veces siento que toda esta soledad me pesa. Que quizás estaría bien compartirla de vez en cuando con alguien más. Nadie puede garantizarme que María no tenga que marcharse fuera durante meses como ya pasó anteriormente. Y me aterroriza reconocer que no sé si podría soportarlo. Por eso una parte de mí me advierte: no sigas así, esto te va a doler.

Me acomodo en uno de los asientos más alejados del autobús mientras saco mis auriculares y elijo una canción. Normalmente, en la vida real esto no sucedería; pero como esto es ficción, justo cuando suenan los primeros acordes de la melodía, el cielo se rompe y unas gotas tímidas comienzan a deslizarse por la ventana, dando paso a unas más atrevidas que acaban por inundarlo todo y bailar temblorosas al son de la canción.

La tristeza me abraza y yo me dejo abrazar. También reconforta. Es necesaria, a veces.

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Hace unos días me enviaron una invitación para la fiesta de fin de temporada del Secreto de Puente Viejo. Invitan a todos los actores y actrices y puedes llevar acompañante. Normalmente se lo pediría a mi amigo, pero en cuanto leí la invitación, pensé en María. Durante unos días se libró dentro de mí una batalla llena de contradicciones, entre si invitar a María o a mi mejor amigo. Lo cierto es que cuando estoy con María todas estas inseguridades y miedos desaparecen, por lo que al final, terminé invitándola a ella. Quizás me arrepentiría, quizás no.

Teníamos un coche privado que nos recogía en la puerta de mi apartamento y nos llevaba hasta las inmediaciones del plató. El coche pasaba a las seis de la tarde. María llegó a la puerta de mi apartamento a las seis menos cuarto. Como siempre, estaba espectacular. Iba con ese punto de elegancia, pero sin pasarse. Llevaba un cárdigan precioso y unos pantalones de pinza muy bonitos. Yo tuve que ponerme uno de los vestidos que caracterizaba a mi personaje en la serie y que llegó junto a la invitación, así que juntas formábamos una combinación muy divertida. María estaba muy nerviosa por visitar los diferentes platós y rodajes, y yo estaba muy nerviosa pensando en lo que diría la gente cuando me vieran con ella. Debió percibir mis nervios, porque una vez montadas en la parte trasera del vehículo, cogió mi mano y la apretó con fuerza. No la soltó en todo el trayecto.

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Cuando llegamos a plató, ya ha llegado todo el mundo. El alcohol y las risas flotan por el ambiente y una música ligera nos envuelve. Mis compañeros comienzan a saludarme a medida que nos vamos acercando por los diferentes escenarios. Veo como miran a María sin apenas disimulo y mis nervios se disparan. Ella parece ajena a toda la situación. Cuando ya le he enseñado todos los decorados y diferentes sets, nos dirigimos hacia una de las barras principales para tomar algo. Hay tanta gente apelotonada que nos movemos entre ellos mientras vamos de la mano, para no perdernos. Pero la verdad, no me importaría perderme con ella.

El booty hypnotic del que me enamoréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora