Capítulo 12: Conectadas

961 65 12
                                    


(Nos vemos a mitad de semana. Disfrutad mucho y ánimo con los exámenes.)

Con la finalización de las clases y la llegada del verano, comienzan los rodajes. Mi pequeño cameo en El Secreto de Puente Viejo por fin se hace realidad y me dedico en cuerpo y alma durante un mes a la telenovela. Las primeras semanas me dedico a familiarizarme con los espacios, compañeros y guión. Mi papel es muy secundario pero mi amigo está tan orgulloso que me pide venir a visitar el rodaje.

Ese día, es hoy.

—Pero bueno, qué bonito todo. Qué real parece. —Comienza a decir mi amigo, a medida que le voy enseñando los diferentes sets y va tocando los decorados de cartón piedra.

—Es que esa es la intención ¿Sabes? Que parezca real. —Le contesto con ironía.

—¿Y cuándo voy a conocer a la Lucrecia y la Almudena? —Me pregunta con curiosidad mi amigo.

—¿Quién? —Pregunto totalmente desubicada.

—Sí, ya sabes, la pareja esta de chicas tan famosa de la novela, las que tienen hasta una serie propia. ¿Cómo se llamaban? ¿Lu...Lupita y Armenia? —Se detiene mi amigo, como si parado sus neuronas trabajaran más. Pero no surge efecto.

—No puedo creer lo que estoy oyendo. —Caigo en lo que está intentando decirme, pero él sigue a lo suyo.

—Luisita y...¿Amígdala? —Dice con una mueca.

—Eres tontísimo. Estamos en El Secreto de Puente Viejo, no en Amar es para siempre, pedazo de cenutrio. —Le espeto ya con un inminente ataque de risa.

Ay maricón. —Es todo lo que consigue decir mientras se tapa la boca con las manos, en señal de incredulidad.

—No puedo creer que hayas llamado a Amelia amígdala. —Respondo como puedo entre un ataque de risa.

Nos pasamos los siguientes cinco minutos retorciéndonos de la risa.

—Entonces...¿No voy a ver a Chenoa? —Me pregunta como si fuera un cachorro abandonado.

—Ahora se porque te has puesto tan pesado con venir aquí. Era por Chenoa. —Le contesto haciéndome la ofendida.

—¿Y en esta serie entonces no hay lesbianas? O bisexuales. —Me pregunta mi amigo.

—Pues creo que hubo si, pero ya hace tiempo. Ahora no recuerdo bien, pero vaya; que gente LGTB siempre ha habido y habrá. —Respondo.

—Dilo tata. —Contesta mi amigo chasqueando los dedos. —Hablando de gente LGTB, ¿Qué tal con tu novia? —Me mira con una sonrisa pícara. Lo voy a asesinar.

—No te voy ni a contestar. Somos amigas ¿Vale? —Intento darle un pequeño golpe en el brazo pero se escabulle.

—Ya claro, es que yo con mis amigas madrugo todos los días a las 6 de la mañana para hablar con ellas. Cómo sois de intensas, hija. —Me responde alejándose porque sabe que me está provocando.

—¡Es por el maldito cambio de hora! —Digo a modo de excusa, pero la verdad es que es un pésimo argumento.

Desde que María se fue, hemos hablado prácticamente todos los días y no sé qué significa en nuestra relación. Si que es cierto que el cambio horario no ayuda, esas 9 horas de diferencia pueden llegar a ser muy molestas, pero cada mañana sobre las 6 me despierto sabiendo que es cuando ella está cenando y por fin puede estar con el móvil. Lo hago porque a mi ya me va bien despertarme a esa hora. O como mínimo, eso es lo que me repito cada mañana.

El booty hypnotic del que me enamoréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora