Capítulo 26: En piloto automático

559 39 13
                                    


(Bona nit, capítulo más tierno y personal. Se me cuidan)

Apenas me había dado tiempo a digerir todo lo que estaba sintiendo. Solo habían pasado varios días desde que los padres de María vinieron a casa. Las dos noches sola en casa no podía parar de recordar a María, las sábanas todavía desprendían ligeramente su olor. Inconscientemente me acercaba hacia su lado de la cama, temiendo que al día siguiente sus huellas desaparecieran por completo. Era consciente de que en algún momento debería parar y ver qué estaba haciendo. A qué estábamos jugando. Sabía que el temor, la inseguridad y los miedos llegarían tarde o temprano.

Decidí sacar sábanas nuevas, dispuesta a borrar su aroma y pasar página. Las dejé sobre la cómoda. Finalmente, no las cambié. Quería disfrutar de su olor un día más. Solo un día más, me dije.



María se encarga hoy de impartir la clase. Yo permanezco relativamente oculta, ni muy cerca ni muy alejada; intentando pasar desapercibida. Pese a que hablamos a diario, ninguna ha mencionado nada relativo a lo que ha pasado entre nosotras, por lo que adopto un perfil bajo. Llevamos dos días sin vernos y no sé que me voy a encontrar.

Cuando llego, casi todo el mundo está preparado. María está junto a un grupo de compañeros y no me pasa desapercibida la mirada que me dedica. Le correspondo con una sonrisa fugaz. Ella me busca deliberadamente durante toda la clase sin llegar a acercarse. Yo hago lo mismo. Las dos con cierta prudencia, nos desplazamos en un baile íntimo y personal que nadie más es capaz de percibir. En un momento dado, María se acerca más de la cuenta y sus manos acaban en mi cadera con el pretexto de que estoy realizando mal un ejercicio. No puedo evitar sonreír para mis adentros mientras María sigue detrás de mí.

—Hola. —Me susurra.

—Hola. —Le respondo, girando la cabeza a escasos centímetros de la suya.

—Bailas muy bien, ¿Lo sabías? —Añade, sonriendo.

—Si bailo tan bien, ¿Qué es lo que estás corrigiendo exactamente? —Pregunto.

—Nada. Era una excusa para tocarte. —Me guiña el ojo y se aleja.

Cuando María anuncia el final de la clase, comenzamos a dispersarnos. Una compañera se acerca a mí y me dice que hoy me toca recoger el material, por decisión de la profesora. Alzo la vista en busca de María y me la encuentro con los brazos en jarra mirándome con una sonrisa torcida. Cuando hacemos contacto visual, sube las cejas momentáneamente. Se lo está pasando en grande.

Comenzamos a recoger la sala y para cuando hemos acabado, no queda nadie más en la academia. Apagamos las luces y nos dirigimos a los vestuarios, yo ligeramente unos metros por delante de ella. Escucho sus pasos. Una parte de mí desea parar en seco y preguntarle a qué estamos jugando exactamente. Otra parte de mí desea abalanzarse sobre ella sin cuestionarse nada más. Finalmente sigo andando como si nada.

Una vez en los vestuarios, ambas actuamos con normalidad. Pero el ambiente está cargado. La una a espaldas de la otra, vamos charlando desinteresadamente, haciendo comentarios banales sobre la clase. María se pierde entre las duchas y yo me quedo sentada sin saber muy bien qué hacer. Durante el tiempo que permanece duchándose, la escucho tararear inventándose canciones. Está contenta. Automáticamente sonrío. A los segundos, una sensación de inseguridad se apodera de mí, y entristezco. No podemos retrasar más esta conversación. Escucho cómo María sale de las duchas y se dirige de nuevo hacia las taquillas, sigue tarareando. Cuando llega a mi altura me sonríe. Tengo que luchar con todas mis fuerzas para no sucumbir a su imagen.

El booty hypnotic del que me enamoréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora