Capítulo 31: Bienvenidos al show

530 35 18
                                    



(Bon dia, os dejo capítulo largo para contrarrestar el silencio de estas semanas. Descanseu molt)

Mañana es la inauguración del local.

Desde hace unas semanas María y yo jugamos a serlo todo. María suele quedarse a dormir y hace días que ha dejado de pedirme permiso. Simplemente ambas lo damos por hecho. Ambas no lo decimos, pero desde hace unas semanas andamos sobre un acantilado, ignorando la enorme caída a escasos centímetros. Hasta le he comprado un cepillo de dientes. Y algunas de sus sudaderas ya se han familiarizado con la silla de mi habitación. Pero no lo decimos.

Mañana es la inauguración del local y hoy estamos en mi apartamento comiendo juntas. María está especialmente callada e intuyo que son nervios por mañana. Sus respuestas monosílabas y su tono tristón me llenan de dudas. Y no puedo evitar pensar que haya algo más.

Me sumerjo en una especie de duermevela mientras María mira la televisión distraída, ausente. Cuando abro los ojos, no sé exactamente qué hora es, pero sé que ha pasado un buen rato. María sigue en la misma posición.

—Oye. —Le digo, llamando su atención. Ella tarda en reaccionar y se gira con una sonrisa.

—Hombre, buenos días. —Responde, acariciando mi pierna.

—¿Estás bien? Llevas todo el día rarísima. Cómo si no estuvieras aquí. —Pregunto, mientras me incorporo.

—Sí, sí. Estoy bien. —Dice, evitando mi mirada.

—María. —Intento captar su atención.

—Dime. —Responde, sin mirarme.

—Qué pasa. —Añado, con un hilo de voz. María me mira fijamente por primera vez.

—Es lo de mañana. —Es todo lo que consigue decir.

—¿Qué te preocupa? Creo que se nos dará bastante bien fingir. —Respondo sonriendo.

—Ese es precisamente el problema. —Mira hacia otro lado. Una sensación muy pesada invade mi pecho.

—¿Fingir? —Pregunto, tras unos minutos de silencio.

—Que ya no sé qué es esto que estamos haciendo. —Su respuesta es amarga, con un toque incluso de rabia.

—Pero, ¿Qué pasa? —No estoy entendiendo muy bien su comportamiento.

—¿Para ti es muy fácil fingir, no? —Su tono sigue siendo áspero, de reproche.

—María, no sé porque te estás poniendo así conmigo. —Mi respuesta, por primera vez, se impregna también de amargura. Me pongo a la defensiva.

—Que no sé cómo podemos estar así y hacer como si nada. Prácticamente vivo aquí contigo, se supone que estamos fingiendo una relación que es incluso más verdadera en la intimidad que no de cara a los demás. ¿Cómo eres capaz de soportarlo? —María me mira con los ojos brillantes. Sé que está a punto de llorar. Intento perfilar mentalmente la raíz del problema, pero me veo superada por el momento.

—¿Te está agobiando todo esto? —Le pregunto, sin querer saber la respuesta. María se toma un momento antes de contestar. La espera se me hace eterna.

—Sí. —Es todo lo que acaba diciendo. Intento encajar el golpe lo mejor que puedo. Decido disociar de lo que estoy sintiendo para poder tomar una decisión racional, pero ignorar el dolor que siento me nubla las ideas.

—Vale. Entonces, ¿Qué quieres hacer? —Le pregunto, después de aclararme la garganta para que no me falle la voz. María se gira de golpe para mirarme.

El booty hypnotic del que me enamoréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora