Capítulo 25: ¿Y a qué esperáis?

571 43 14
                                    




(Buenas tardes, disfruten de este capítulo nuevo. Se me cuidan y feliz vuelta a la rutina)

Si tuviera que describir con alguna palabra la cara de María al abrir los ojos y verse abrazada a mi, sería sorpresa. Parece ser que no fui la única que cayó en la cuenta de todo lo sucedido la noche anterior. La luz se cuela entre las persianas y esta habitación ya no es la misma habitación de ayer. Pese a que las sábanas siguen siendo de diminutas flores naranjas y María sigue llevando la misma camiseta de tirantes sin sujetador que tanto toqué anoche. Y que en otras circunstancias hubiera acabado en el suelo. Ninguna de las dos éramos ya la misma. María se despega de mí con mucha elegancia fingiendo buscar el móvil para consultar la hora. Yo actúo como si nada mientras me incorporo sobre el cabecero de la cama, sin saber muy bien qué hacer o qué decir. María está evitando a toda costa mirarme y aunque yo también, me muero de ganas de que lo haga. Finalmente deja de darme la espalda.

—Buenos días. —Saluda con una sonrisa. Su mirada se alterna entre su móvil y yo.

—Buenos días. —Respondo, mirándola a intervalos. Las dos estamos haciendo lo mismo.

—¿Qué tal has dormido? —Me pregunta, esta vez mirándome mucho más rato.

—Creo que tú has dormido mejor que yo. —Contesto un poco sin pensar y sonriendo. Al parecer María debe entenderlo con otras intenciones porque se sonroja rápidamente.

—La verdad es que he dormido muy bien. —Reconoce, mientras se aparta el pelo de la cara y se lo coloca detrás de la oreja. —Entonces, ¿Has pasado mala noche? —Pregunta con timidez.

—Digamos que no he descansado mucho. —Respondo sin mirarla. No soy capaz.

Un silencio incómodo se posa en la habitación. La tensión acumulada que se desató ayer, parece resurgir entre nosotras. María es la primera en actuar. Se levanta y se dirige al lavabo.

—Voy a ducharme y a ver si mis padres están despiertos. —Añade saliendo de la habitación mirándome fugazmente.

—Vale, sí. Pues yo voy preparando el desayuno. —Decido  ponerme en funcionamiento, ya que eso siempre me tranquiliza.





Ya en la cocina me concentro en preparar un copioso desayuno para distraerme. Preparo tostadas y saco la artillería pesada haciendo hasta tortitas. Y si María y su madre no hubieran entrado en ese momento, muy probablemente seguiría cocinando sin parar.

—Buenos días cariño. —Me saluda la madre de María.

—Buenos días. —Le sonrío con sinceridad. Luego María y yo nos miramos brevemente. Me pongo nerviosa al momento. Me giro para concentrarme en ir sirviendo los cafés.

—¿Cómo has dormido? María ya me ha dicho que habéis pasado buena noche. —Me dice su madre colocando su mano en mi espalda y asustándome por el contacto imprevisto. Sus palabras me sacuden por completo, deduzco que María ha mentido para evitar preguntas incómodas pero no puedo evitar sonrojarme porque en cierto modo, sí hemos pasado una buena noche. —Ay, perdóname, que estamos aquí mirando y no te estamos ayudando niña. —Añade acercándose hacia los platos ya preparados y haciéndole gestos a María. Desaparece de la cocina mientras nos anuncia que va a poner la mesa.

María, sin saber muy bien qué hacer, se queda detrás de mí mirando cómo preparo los cafés.

—¿Cómo les gusta el café a tus padres? —Le pregunto.

—A mi padre solo como tú y a mi madre con leche y un poco de espumita. No sé si me explico. —Responde María colocándose a mi lado en la encimera.

El booty hypnotic del que me enamoréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora