Capítulo 18: Como dos imanes PARTE I

883 59 61
                                    


(Bona tarda, os dejo capítulo nuevo larguísimo para que lo leáis mientras echáis la siesta. Para celebrar que ya he acabado todos los trabajos, subiré capítulo especial de dos partes. Muy fuerte se vienen muchas cositas. Espero que estéis genial y a cuidarse.)

3 días por delante. Eso es lo que nos espera. Eso es lo que pasa cuando realizas actuaciones fuera de la ciudad. Que te tienes que quedar a dormir. Puede parecer fácil, pero desde que reconocí en mi interior la atracción que siento por María, estos 3 días son justo todo lo que me gustaría evitar. No necesito estar 72 horas con ella. Porque, sinceramente, me voy a morir de los nervios. Nervios que ya siento y ni siquiera nos hemos ido. No se trata de falta de ganas, sino de falta de control. De disimulo. Necesito estar en guardia las 72 horas, que todo salga bien, que nadie note nada. Que todo siga igual. Porque si algo cambia, estoy segura de que será a peor.

Durante el viaje en autocar, los nervios se me salen por las costuras. Mi amigo parece darse cuenta.

—Oye, ¿Estás bien? Ha empezado a sonar Lady Gaga y no me has hecho quitarla como haces siempre. —Me pregunta quitándose su casco.

—Sí, sí perdón. Un poco nerviosa. Por el viaje y eso, ya sabes. Por cómo irá la actuación. —Respondo evasiva mientras juego con el cable de mis auriculares.

Mi amigo permanece pensativo unos segundos y luego dirige su mirada hacia las primeras filas, des de donde entrevé el perfil de María.

—¿No tendrá que ver con cierta chica buenorra que está sentada unas filas más allá y que hoy está especialmente guapa con ese chándal que lleva? ¿Cómo le puede quedar tan bien un chándal? No me lo explico. —Añade mi amigo.

—¿Verdad? Es criminal. Lo bien que le queda todo. Y lo guapa que está siempre. Me quiero morir. No puc més.

—A ver, relájate. ¿Es guapísima? Sí. ¿Tú también pese a tu cara de acelga? Sí rotundo. Tú... Pues, a pasártelo bien y a disfrutar de la actuación y lo que surja. —Dice mi amigo en tono juguetón.

—Eres tontísimo. No voy a hacer nada. Ya hemos hablado de esto. Solo estoy nerviosa porque des de que estoy así estoy todo el día pensando en ella y necesito concentrarme en la actuación. No me gusta nada estar así. Además, que sé perfectamente que no es correspondido. —Zanjo con desilusión.

—¿Desde que estás cómo? —Añade mi amigo sonriendo.

—Déjame tranquila. Y quita Lady Gaga. Pon algo más...No sé. Pon Manëskin por ejemplo.

—Ay amore, cómo se nota que eres bisexual. Pero una cosita te voy a decir, para que Manëskin corriera, Lady Gaga tuvo que andar antes, cielo. No te olvides de la reina.



El primer problema llega con el reparto de habitaciones. Y digo problema, sí. Resulta que en pleno siglo XXI la disposición de habitaciones debe seguir siendo entre personas de su mismo género. Como si sólo hubiera dos géneros. O como si no existiera la gente LGTB. Cuando me doy cuenta de esta regla, entro en pánico.

—Vamos que no nos dejan dormir juntos porque somos hombre y mujer, ¿No? Como si todo el mundo no supiera que eres gay o como si no existiera la amistad entre hombres y mujeres. Vaya tela. —Le comento a mi amigo notablemente enfadada.

Amore, tienes toda la razón del mundo. Pero una cosita te voy a decir, esto de ser gay alguna ventaja tenía que tener, no se si me vas pillando. Así que querida voy a hacer uso de esta discriminación positiva y me voy con algún maromo que me acoja. Besitos, se me cuida. Cualquier cosa llama grita si me necesitas. O sea, que me envíes un whats. —Se despide dejando un beso en mi frente y desapareciendo entre el caos de la recepción.

El booty hypnotic del que me enamoréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora