Capítulo 17

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Estaba sola, estaba completamente sola.
Su madre se había ido fuera con Tayuya. Ella nunca le hacía caso, parecía odiarla. No recordaba ninguna palabra amable o buena por parte de ella. Intentaba ser la hija perfecta para que su madre la mirara. Tayuya solía ser un desastre a comparación suya y, sin embargo, su hermana era quien recibía los abrazos, los besos y las atenciones.
Sakura solo tenía a su padre. Un padre que le decía lo brillante que era y que jamás debía conformarse con lo mínimo. Ella era la princesita de su padre, y merecía un apuesto príncipe que la quisiera y la cuidara. Que la socorriera cuando estuviera en apuros.
Un apuesto samurái que la salvara de los malos que la atacasen y le sacara de esa soledad que tanto detestaba. Alguien que la amara.

La niña de siete años suspiró y miró a través de la ventana.

La familia Uchiha se encontraba frente al gran ventanal.

Shisui y el hermano mediano, Itachi, corrían a grandes pasos delante de su hermano pequeño. Conocía a ese niño desde hace tiempo. Tenía la misma edad que ella, se llamaba Sasuke y era un niño muy guapo. Sus mejillas se tiñeron de rojo al pensar en él de ese modo. Sí. Sasuke kun era un niño muy lindo, sería su perfecto príncipe. Sonrió y observó como el niño de amplia sonrisa tropezaba con una piedra y caía en el suelo.

Su madre fue corriendo en su auxilio al sentir como se quejaba por el golpe dado en la rodilla. Mikoto Uchiha lo levantó del suelo y besó el rostro de su hijo. Ese niño tenía mucha suerte ¿Por qué era tan amado por su madre si no era el primogénito? Papá decía que mamá hacía más caso a Tayuya por eso. Porque era su niñita mayor.

No todas las familias eran iguales. Envidiaba a Sasuke Uchiha. Él tenía una madre que lo quería, tenía un padre que lo quería, e incluso sus hermanos lo rodeaban y daban palmaditas en la cabeza para que no llorara. Él era amado, eso resultaba hermoso y enternecedor. Incluso una niña de siete años podía saberlo.

—¿Qué haces, Sakura? —preguntó su padre desde la puerta del salón? Ella sonrió y miró hacia la ventana— ¿Estás mirando la calle? —La pequeña pelirrosa asintió— Esa mujer y sus hijos ¿eh?

La niña miró a su padre interrogante. Kizashi siempre había visto a los Uchiha con malos ojos, no sabía cuál era la razón. Simplemente no los podía ver. En especial al señor Fugaku.
A esa cariñosa mujer a la que Sakura veía como madre ejemplar, la miraba de una forma extraña. De un modo que ella no lograba comprender.

—No los mires —Sakura abrió la boca para hablar— Los Uchiha no son buenos. Ninguno de ellos es lo suficientemente bueno para vosotras.

—Shisui chan es amigo de Tayuya —miró a su padre y el hombre frunció el ceño— Sasuke chan también es simpático. El otro día jugué a las casitas con él.

Puso una amplia sonrisa y el hombre, observándola seriamente, se agachó.

—Tú serás el orgullo de tu padre, Sakura —respondió mirándola fijamente— Ningún Uchiha se acercará nunca a ti. Los hijos de ese hombre son solo basura. —La niña miró consternada a su padre— No vuelvas a mirar a ese niño con esos ojos, Sakura. Es solo un pobre diablo que jamás podrá darte nada.

—Si, padre —respondió ella cabizbaja.


Sakura despertó sobresaltada por el sonido de la puerta. Tenía una manta puesta por encima y se encontraba reclinada en el sofá. ¿Cuándo se había quedado dormida?

Como un huracán que todo lo destruye vio entrar a su hermana con Yuki en brazos y sus otros dos niños a los lados.
La joven pudo ver el enojo en la cara de su hermana. ¿Era posible que hubiera discutido con su familia? ¡Lo que le faltaba! Ahora era la culpable del desmoronamiento del matrimonio de su hermana. Simplemente no podía creerlo.
Sakura suspiró fuertemente y miró a su hermana con una ceja enarcada.
Los niños observaron a Sa chan a los pies del sofá y salieron corriendo a su encuentro para acariciarle y llenarle de mimos. Ese gato adoraba ser el centro de atención.

El hermano menorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora