Capítulo 18

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Nunca se había mostrado tan determinada. Ni siquiera cuando se dio cuenta de que estaba sola y tenía que llevar un montón de negocios por su cuenta en un mundo donde tener paquete era sin duda lo más importante. No obstante, era ahora o nunca. Si ella se rendía, perdería a la única persona que le hacía sonreír. No, no estaba dispuesta a perder a Sasuke. Incluso si le fuera la vida en ello convencería a Mikoto Uchiha de que ella era la apropiada para su hijo. Porque, incluso si sonaba arrogante, no existía en este mundo nadie que pudiera hacer tan feliz a Sasuke como ella lo hacía.

El carruaje de Sakura entró en los dominios Uchiha mientras otro salía del lugar. No era nada extraño ver salir y entrar carruajes en casa de la familia de Sasuke. Es más, él mismo decía que entre los niños y las visitas era imposible concentrarse en aquella casa.

Pero lo que más le llamó la atención no fue el carruaje en sí. Si no quien iba dentro de él.

Un alto mando del gobierno había visitado la casa de Mikoto y Fugaku. No era algo muy raro.
El mismísimo padre de Sasuke luchó para el gobierno Meiji en la guerra Boshin hacía ya aproximadamente nueve años. El padre de Sakura lo había hecho también. No era nada extraño viniendo ambos de dos clanes samuráis.
La diferencia entre el padre de Sakura y de Fugaku era que la mayor parte de los Uchiha eran del gran feudo de Aizu. La mayor parte de los Uchiha estaba repartida en las distintas divisiones del shinsengumi en la guerra boshin. Era por eso que los únicos supervivientes del clan eran ellos.
Fugaku, contrariamente al resto de su familia, era imperialista. Y gracias a sus ideales, había conseguido sobrevivir en esta nueva era Meiji.

Sakura se sorprendió al pensar en lo duro que debió de ser para él asesinar a miembros de su familia por el bien del gobierno Meiji. En cualquier caso la guerra y los guerreros samurái ya eran historia en el gobierno del emperador.

Ella se encogió de hombros restándole importancia.
Tras la guerra las espadas habían sido prohibidas y todos aquellos que las portaban elegían su destino. La cárcel y hasta en ocasiones la pena de muerte. ¿Era tan difícil entender que los japoneses ya no eran animales que lo solucionaban todo con la venganza y la violencia?
Las leyes habían sido decretadas por una razón. El fuerte y el débil ahora eran igual ante los ojos de los hombres. Si los seguidores de Tokugawa no querían entenderlo, debían pagar con las consecuencias. O al menos eso es lo que ella pensaba.

La calesa paró al llegar cerca de los escalones del hogar donde residían los Uchiha y al bajar observó los alrededores.
A lo lejos se podía ver el laberinto ajardinado donde ambos se encontraron hacía ya meses. En ese momento ella jamás pensó que algo como enamorarse de Sasuke pudiera suceder, sin embargo, había ocurrido. Estaba completa e irrevocablemente enamorada de ese chico alocado que la derretía con cada una de sus miradas.

La pelirrosa caminó hacia la puerta de entrada y se sorprendió al ver como no era una criada quien abría la puerta. La mismísima Karin, esposa de Itachi, la recibió con su pequeño hijo Hiro en brazos. Tenía la cara pálida. Algo había pasado en casa de los Uchiha que le había trastornado. Era obvio, cualquiera podía notarlo a simple vista.

—¡Tía Saku! —Hiro saltó de los brazos de su madre a los de Sakura. Ella lo recibió con los brazos abiertos y dio suaves besos en la frente al niño de melena rojiza— La abela llora.

—¿Tu abuela llora? —Sakura miró hacia Karin y ella le hizo una señal para que pasara hacia dentro junto con ella. En buena hora se había marchado Tayuya— Karin...

—Sígueme, por favor. Es un tema delicado así que hemos mandado fuera de casa al servicio —explicó Karin. Sakura sintió una opresión en el pecho. No podía ser nada bueno— Supongo que te habrás cruzado con el capitán del ejército allí en la entrada.

El hermano menorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora