Extra: Lucca Lombardi, la verdad detrás.

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Lucca Lombardi

Mi hermano menor, Ángelo, me observa como si me hubiese vuelto loco.

—¿Quieres que firme una tutela testamentaria? —inquiere arqueando la ceja, una sonrisa divertida se filtra en sus labios —debes haber perdido la cabeza.

—No lo hice, sigo tan cuerdo como es posible —me encojo de hombros —pero quiero asegurarme de que mis hijas estarán bien si algo me pasa.

—Tienes a Jenna —dice abandonando la sonrisa divertida, y colocando una mirada de seriedad.

Apenas ha vuelto a Italia, no parece ser el mismo hombre que se fue. Hay una molestia permanente en su mirada, una frialdad que nunca ha estado ahí.

—Quiero decir, si algo nos pasa a Jenna y a mí —aclaro —solo son formalidades, Ángelo.

—Si sabes que, en ese supuesto, soy la persona menos indicada para cuidarlas —dice tomando la copa del licor que se ha servido y dándole un largo trago —no sabría que hacer con dos niñas. O las que planees tener.

—Sabrías que hacer —aseguro con una sonrisa —no confío en nadie más para cuidar de ellas.

Se incorpora, me lanza una mirada dubitativa antes de suspirar.

—No lo sé, Lucca...—sacude la cabeza —no podría cuidarlas, lo sabes, apenas puedo cuidarme a mí mismo y con el asunto de San Francisco...

Su mirada se oscurece cuando dice aquello, el aire de amargura lo envuelve otra vez.

—Me acusaron de abuso, no creo ser el mejor para cuidar de tus hijas —dice en un susurro —Jenna no va a estar de acuerdo.

—Jenna y yo sabemos que no es verdad —respondo —no serías capaz de hacer algo como eso, Ángelo. Confiamos en ti, ambos, y no queremos que nadie más cuide de nuestras hijas...

—¿Qué hay de Beatrice? ¿O de Antoni? —objeta —ellos podrían cuidarlas bien, o la madre de Jenna...

—Beatrice nunca les daría a nuestras hijas lo que necesita, Antoni no hace más que vivir en fiestas y Hilary es la última persona con la que quiero que mis hijas estén —respondo —Ángelo, por favor...

Sacude la cabeza en una negativa.

—¿Me pides eso porque has hablado con Paolo? —inquiere mencionando a nuestro padre —¿es esta una manera de cobrar lo que estás haciendo por mí?

—¡No! —respondo con desesperación —No estoy cobrando absolutamente nada, lo único que quiero es asegurarme que mis hijas estén con alguien que pueda darle el amor y el cariño que se merecen, a alguien a quienes sí les importe su bienestar, y ese eres tú, Ángelo. Sé que no me crees, ¿bien? Pero sé que, si tienes que hacerlo, si tienes que cuidar de ellas, lo harás. Te preocuparás por ellas, les darás todo lo que necesitan, lo sé, porque eres el mejor de los Lombardi.

—Estoy muy lejos de ser el mejor —susurra —ese puesto es tuyo.

Oh, hermanito, si tan solo supieras...

—De acuerdo —dice al fin —dámelo.

Se acerca a la mesa y toma la pluma que está a un costado de las hojas, y firma. Con rapidez, sin dudar, deja su firma en el espacio marcado.

—Gracias, significa mucho para mí —agradezco con una sonrisa tirando de mis labios —¿quieres quedarte? Podemos tomar algo, y cenar juntos...

—No —dice sacudiendo la cabeza —me quedaré en el departamento.

Los desastres vienen de a tres. (SL #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora