41.- Destellos de felicidad.

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Ángelo.

La noche de la gala en los casinos había llegado. El momento en donde revelaríamos a Daphne como la nueva imagen de los casinos "Mia Regina".

Hoy sería una noche especial, probablemente la más especial de nuestras vidas, y la emoción latente en mi pecho me mantenía en un estado de algarabía, como si me creyese capaz de absolutamente todo.

Antoni me observa con curiosidad, cómodamente sentado en el sillón de la sala mientras aguardo porque Daphne baje. La niñera se está haciendo cargo de Bella y Lía, y Antonella debería aparecer en cualquier segundo.

Su insistencia por asistir a la gala fue demasiada, no me agradaba la idea de tenerla en un evento en donde el alcohol estaría presente como bebida principal, pero confiaba en ella. Además, parece ser que decidir invitar a su "amigo" a la gala, fue estrategia para evitar mis cuestionamientos.

Daphne dijo que debía relajarme, pero no podía hacerlo pensando que no podría estar al pendiente de Antonella y al mismo tiempo del evento.

Observo el reloj, la hora en la que debíamos llegar se acercaba y Daphne no parecía tener intenciones de aparecer.

—No la apresures —dice Antoni cuando miro mi reloj otra vez.

—No he dicho nada.

—Pero quieres hacerlo —objeta con una sonrisa—. Las mujeres necesitan tiempo para ser tan bellas como solo ellas saben ser. La espera va a valer la pena.

—¿Daphne aún no baja? —volteo cuando la voz de Antonella se escucha.

La miro a detalle y creo que esta niña quiere causarme un infarto.

—¿Pero que llevas puesto?

—Un vestido —dice con obviedad—. Estás muy joven para tener problemas de visión, tío.

Pellizco el puente de mi nariz, tomando una inhalación que no me haga pedirle que suba y se coloque algo más acorde a su edad. El vestido negro brillante que porta es precioso, pero joder, tiene dieciséis y soy consciente de que Antonella es bellísima, no quería arriesgarme a que llamara la atención de alguien no deseado.

Viéndolo de este modo, tal vez es buena idea que su "amigo" la acompañe.

—Por favor, Ángelo —dice Antoni divertido—. Luce preciosa, no seas un anticuado.

—¿Te pondrás un abrigo?

—Solo si hace frío.

Resoplo con molestia, un asentimiento es todo lo que doy y parece satisfecha, ella y Antoni se enfrascan en una conversación y yo comienzo a sentirme ansioso por la espera de mi chica.

Estoy por subir cuando los pasos se escuchan, miro hacia las escaleras y jo.der. Creo que ahora estoy mucho más cerca de sufrir un infarto, creo que mi corazón podrá detenerse en este preciso segundo ante la imagen de Daphne caminando hacia mí.

Es bellísima, más hermosa de lo que nunca la he visto. Porta un precioso vestido en color verde esmeralda, los hombros totalmente descubiertos y un escote lo suficientemente pronunciado como para darle el aire sexi que necesita. Cuando camina, la piel de sus muslos aparece evidenciando la apertura de la falta del vestido.

Su cabello está suelto, cayendo sobre sus hombros como una cascada dorada, los labios esta vez están pintados de un sutil tono carmesí, que no es tan intenso como los anteriores.

—Te dije que iba a valer la pena —susurra Antoni a mi costado. No lo miro, no puedo apartar la mirada de la sublime mujer que cada vez está más cerca de mí.

Los desastres vienen de a tres. (SL #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora