38.- Mia Regina.

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Daphne.

Volver a la rutina de tener a las niñas en casa se sintió como una bocanada de aire fresco, no me había dado cuenta de lo mucho que las necesitaba, hasta que su ausencia en la casa le quitó toda esa energía cálida que su presencia nos otorgaba.

—Lía tiene una rutina establecida —expreso hacia Sally, la chica que la agencia de niñeras nos había enviado esta mañana—. Asegúrate de seguirla al pie de la letra, ¿de acuerdo?

—Sí, señora Lombardi —una sonrisa tira de mis labios cuando escucho que me llama de esa manera.

—Solo Daphne está bien —corrijo—. No soy...

—Pero si quieres llamarla señora Lombardi, no hay ningún problema —volteo cuando la voz de Ángelo se escucha, la chica voltea y soy consciente del sonrojo que se apodera de sus pómulos.

Antonella tuvo razón al decir que el principal obstáculo para no encontrar una buena niñera, es su tío.

¿Quién lo manda a ser tan apuesto?

—Me gusta evitar las formalidades —respondo—. Tienes mi número, y él del señor Lombardi también, cualquier cosa que necesites, puedes llamarme.

—El chofer te llevará por las niñas al colegio —informa Ángelo—. Asegúrate de recogerlas en tiempo, y que hagan los deberes al volver.

La chica asiente, le damos un par de indicaciones más y luego, ambos salimos de la casa.

—¿Crees que pueda con los desastres? —inquiere Ángelo cuando subimos al auto.

—Parece una buena chica, hay que tenerle confianza —respondo colocándome el cinturón—. ¿Tú me tenías confianza?

Él me dedica una rápida mirada, y soy consciente de la manera en la que retiene la sonrisa.

—¿Quieres la verdad? ¿O que sea amable?

—¡Oye! —reclamo—. ¿No me creías capaz de cuidarlas?

—Bueno, es que dijiste que no habías trabajado con niños antes, y realmente pensé que no dudarías ni una semana —dice y me mira de soslayo—. Evidentemente me equivoqué, y me da gusto que hayas sobrevivido a los desastres.

Me acomodo en el asiento, colocando mi cabello sobre uno de mis hombros y lo miro.

—No son tan malos como parecen —bromeo—. Debes admitir que son adorables.

—Cuando no están haciendo berrinches —objeta.

A pesar de que mi auto ya había salido del taller, Ángelo parecía tener la completa intensión de llevarme e ir por mí al trabajo, sabía que estaba ocupado, sus "modificaciones" a la estructura interna de los casinos lo había obligado a permanecer en su estudio hasta altas horas de la noche, así que entendería perfectamente que no pudiera tener el detalle de llevarme al trabajo.

—El señor Bruno te recogerá —informa—. Tendré que quedarme hoy a una junta, será larga, así que enviaré al chofer.

—No tendrías que estar enviando al chofer, puedo conducir — sonríe y se encoge de hombros.

—Si puedo evitarte las molestias, entonces lo haré —asegura.

No nos toma mucho tiempo llegar al edificio de mi trabajo, Ángelo parecía tener una obsesión por conducir a velocidad cuando no viajábamos con los desastres, así que los tiempos normales de trayecto, solían reducirse a la mitad.

Dejo un beso rápido sobre sus labios, y luego bajo del auto, Ángelo permanece en la entrada del edificio hasta que ingreso, saludo a un par de compañeros en mi camino hacia mi escritorio, y antes de llegar, la voz de mi jefa me detiene.

Los desastres vienen de a tres. (SL #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora