28.- Lucha.

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Ángelo.

Mi madre me observa con detenimiento.

—¿Qué vas a hacer? —inquiere.

—¿Qué haré? —la miro de soslayo—. Pues nada, Franco se encargará de conseguir que la demanda no proceda. Es ridículo lo que esa mujer pide.

—Siempre supe que Jenna le acarrearía problemas a tu hermano.

Resoplo, al mismo tiempo que ruedo los ojos.

—Por favor, sabes bien que no es culpa de Jenna —objeto—. Ella nunca hizo nada para perjudicar a Lucca, no es su culpa el tener una madre tan insensible como Hilary Dorian.

—Al menos tomó una buena decisión al dejarte la custodia y tutela a ti —dice con una leve sonrisa—. Ambos estaban de acuerdo.

Emito un sonido parecido a una afirmación y me concentro de nuevo en la pantalla de la computadora.

Mi madre no se mueve de su asiento, en realidad parece no tener intención alguna de marcharse.

—¿Cómo va todo con Daphne? —desvió la mirada hacia ella.

—¿Por qué quieres saber?

—Porque desde el asunto de Renata, nunca estuviste realmente interesado en una mujer, hasta ahora —dice con una leve sonrisa—. Y Daphne parece ser una buena chica, me agrada para ti.

—Lo es —aseguro—. No tengo ninguna duda sobre eso. Ahora, necesito trabajar, ¿tienes alguna otra pregunta?

Beatrice rueda los ojos al tiempo que se incorpora del asiento.

—No sé cómo esa chica consigue soportar tu mal genio —dice y sonrío de lado—. Le doy mis respetos.

El sonido de sus tacones se escucha cuando camina por la habitación, vuelvo la atención a la computadora cuando me quedo solo y suspiro.

Me quito las gafas, colocando un par de dedos en mi sien cuando el dolor punzante amenaza con regresar.

—¡Papá, Bella no quiere darme los juguetes!

—¡Eso no es cierto!

Ambos niños ingresan corriendo al estudio.

—¡Dile que me de los juguetes!

—¡Son míos, trae tus propios juguetes!

—¡Papá! —grita Jacob.

—¡Tío! —se queja Bella.

—¡Niños! —Daphne aparece a prisa—. Lo siento, Ángelo. Vengan aquí los dos, les dije claramente que no molesten...

—Detesto los gritos y las peleas —intervengo y los tres me miran—. Bella tienes los suficientes juguetes como para prestarle a tu primo, hay que compartir, no seas egoísta.

Una mueca molesta se apodera de sus labios, y se cruza de brazos.

—Bella...

—¡No quiero! —dice y me resulta adorable la imagen de ella molesta—. ¿Por qué tengo que darle todo?

—¿Qué acaso ustedes no se llevaban bien? —inquiero mirándolos con diversión—. ¿Qué pasó?

Ninguno responde, Daphne intenta hablar, pero le hago una seña para que aguarde.

—¿Entonces no vas a prestarle tus juguetes? —inquiero hacia Bella. Una negativa es lo que obtengo como respuesta—. Bien, ese caso llevaremos a Jacob a la juguetería para comprar sus propios juguetes.

Los desastres vienen de a tres. (SL #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora