46.- Un paso a la vez

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Ángelo

Mi cuerpo duele, cada centímetro experimenta una sensación dolorosa ante el más mínimo movimiento, pero no me quejo, porque todo parece haberse acabado.

El leve dolor en mi cabeza es tolerable, y además de la sensación de fatiga y sueño que llevo experimentando desde que desperté, no tengo nada más.

Algo bueno, teniendo en cuenta que un auto casi me pasa por encima.

Llevo apenas unas horas despierto, tiempo en donde, pese a mis insistencias, nadie había querido darme más información de la necesaria.

—Necesito saber algo —pido hacia Daphne—. Dímelo.

—El médico dijo que no debíamos darte demasiada información, aun necesitas recuperarte...

—Estoy bien —ella resopla.

—No, no lo estás —dice señalándome—. Llevas poco tiempo despierto luego de estar casi tres días inconsciente, así que perdón si por el momento no quiero hablarte de ese par.

Pasa las manos por su cabello mientras un suspiro pesado brota de ella. Tiene el semblante cansado, y por unos cortos segundos, me reprocho el haber sido tan idiota como para hacerla pasar por esto.

Soy consciente de la forma en la que me mira desde que desperté, la preocupación que aún está en sus ojos aún cuando le aseguro que estoy y estaré bien.

—Sí, tienes razón —cedo porque sé que insistirle no me traerá absolutamente nada bueno, y lo que menos necesito ahora es que esté enojada conmigo—. Lo siento.

—Deberá ser suficiente para ti saber que es probable que pasen muchos años en prisión —susurra acercándose—. Sé que quieres saber, sé que tienes preguntas, pero... ¿podemos no hablar de eso ahora?

Asiento levemente.

—Hablaremos de eso después —susurro—. ¿Cómo están los desastres?

—Bien, te echan de menos —dice sonriendo—. Bella quiere venir, pero un hospital no es un buen sitio. Hay sangre, enfermedades, virus...

Se estremece y sonrío.

—Y Jacob igual pregunta por ti.

—¿Está en la casa? —Daphne asiente—. ¿Nadie ha...?

—Nadie ha venido por él —termina la frase por mí —tuvimos la visita de una trabajadora social, no hemos hablado mucho, pero supongo que volverá. Dijo que lo haría. Y mientras nadie venga con una orden para llevárselo, estará en casa y cuidaré de él.

Toma mi mano mientras habla y el gesto me reconforta.

—Sé que cuidarás de él.

Ella observa nuestras manos entrelazadas y luego eleva la mirada para observarme, permanece en silencio, pero sé que está pensando algo.

—¿Qué ocurre?

—Me dejaste todo —dice con voz suave, no parece enojada, al contrario, luce...sorprendida—. La custodia, acciones, dinero. Ángelo...

—Porque confío en ti —susurro—. Porque si algo me ocurría...—me detengo cuando noto como su cuerpo se pone rígido— si algo me ocurría no confío en nadie más que no seas tú para cuidar de ellas, te ven como su madre, así que, si yo no puedo hacerlo, confío en que tu lo harás.

—Lo haré, te doy mi palabra. Pero por lo que más quieras, no vuelvas a ponerte en riesgo de esa manera, no toleraré pensar que puedo volver a perderte.

Los desastres vienen de a tres. (SL #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora