Extra

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Ángelo.

Los trillizos nacieron a mitades de noviembre, dos niños preciosos y una niña hermosísima.

La mayor, por un minuto fue nuestra niña, Carina. Una preciosa pequeña con un escaso cabello rubio como el de su madre, la nariz perfilada y unas pestañas que, a pesar del escaso largo, podían mirarse onduladas. Tiene la piel tan blanca que la rojez en su rostro fue completamente visible,

Luego vino Matteo, un niño que, según en palabras de mi esposa, es mi total retrato. Con el cabello oscuro, la nariz perfilada y la piel blanca, pero no tanto como la de su hermana. Matteo llegó llorando, con unos pulmones tan fuertes que supimos de inmediato quien sería el encargado de despertarnos.

Y, por último, llegó Taddeo, con los rasgos combinados, el único de nuestros hijos que poseía risos un poco definidos. Tiene la misma nariz que Daphne y la piel menos blanca que la de sus hermanos y el cabello de un rubio más oscuro, apenas y lloró cosa que nos alertó a Daph y a mí, pero la alerta desapareció tan pronto como el doctor hizo lo correspondiente, y un fuerte llanto se dejó oír.

Ahora, los trillizos tienen nueve meses, y llegar a este punto ha sido todo un reto. La casa se había convertido en una especie de guardería, o es eso lo que Antoni decía siempre que venía de visita.

El señor "no me agradan mucho los niños" terminó pasando más horas en casa debido a nuestra niñera. Parece que al final tenemos algo en común, nos enamoramos de chicas que adoran a los niños.

Antoni a pesar de ser casi quince años mayor que Sally, no había podido evitar caer ante los encantos de la niñera de mis hijos y sobrinas.

Y era curioso ver como una chica de veintidós, podía fácilmente mandar sobre un hombre de treinta y cinco.

—No, la comida no es para el cabello, Cari —murmuro mientras aparto la mano con papilla de su bonito cabello —o conseguirás que ese bonito cabello tenga aroma a calabaza.

—Los niños así aprenden —Daphne ingresa con Matteo en brazos. Mi hijo suelta un chillido en cuando me ve y mi esposa resopla— me quitas el amor de todos mis hijos.

Sonrío con diversión mientras tomo el paño para poder limpiar el rostro de Carina y me acerco hasta dejar un rápido beso en su regordeta mejilla. Ella ríe y me observa con sus bonitos ojos grises.

Nuestros dos niños eran los más parecidos, no llegan a ser idénticos, pero había rasgos en ellos que eran demasiado similares, Carina y Matteo tenían los ojos de un bonito gris, un color que cada día parecía hacerse más intenso, Taddeo por su parte había heredado unos preciosos ojos del tono azul como los de su madre, el mismo brillo, la misma mirada iluminada.

—¿Dónde está Taddeo? —inquiero mientras limpio las pequeñas manos de mi hija.

—Con la nana —informa.

Sally se encargaba de mis sobrinas y Jacob, y Marie, una nana que tenía experiencia con recién nacidos, cuidaba de los trillizos cuando nosotros estábamos lo suficientemente ocupados como para poder atender a seis niños.

—Y los desastres...

Los gritos emocionados que vienen de la sala nos hacen sonreír a los dos.

—Los desastres acaban de volver de la escuela —dice Daphne riendo levemente—. Y los tendremos aquí en tres, dos, uno...

—¡Papá! ¡Tío! —Bella y Jacob entran corriendo hasta la sala. Su atención pasa inmediatamente de nosotros hacia nuestros hijos.

Matteo lanza un nuevo grito en cuanto mira a su hermano, y Jacob extiende las manos para poder tomarlo.

Los desastres vienen de a tres. (SL #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora