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—tienes que decirle a alguien o Núñez te va a seguir haciendo la vida imposible— me dice Sandrine.

—si hablo me va a ir peor, así son todos en el hospital.

—pues espérate a ver qué sorpresa vas a encontrar hoy en el hospital porque a ningún residente le gusta que le grites, le das en su ego— Yannick me ve con preocupación.

—no me importa. Yo haré lo que tenga que hacer porque se está pasando, mientras tanto no tengo nada de qué preocuparme.

Mis amigos niegan con la cabeza y después nos vamos a tomar nuestras clases.

Llegué al hospital y fui a la estación de enfermería como de costumbre.

—¿Alissa Rostoll?— me preguntó la enfermera.

—sí así es.

—la doctora Moreau le encargó a todos estos pacientes— me entrega una pila de unas 10 carpetas.

—¿qué? ¿La doctora? ¿Está segura?

—no tengo tiempo para bromear, niñita. Ve a hacer lo que te mandan.

Tomo las carpetas y aún molesta voy a ver a los pacientes.

En una habitación me topé con un compañero.

—¿qué haces aquí?— me pregunta incrédulo.

—la doctora Moreau me asignó a esta paciente.

—no, esta paciente es mía y del doctor Didier. Debe haber una equivocación.

—eso es justo lo que voy a investigar— salgo y me encuentro con Núñez.

—¿disfrutando de tus pendientes?— mueve las cejas.

—no tanto como tú que disfrutas de la vagancia. Ya voy entendiendo lo que pretendes y no me pienso dejar. Ahora mismo voy con la doctora Florencia. — me echo a correr antes de que él pudiera alcanzarme.

Tocó la puerta de su oficina y por desgracia no estaba.

—deja de lloriquear y ve a trabajar que para eso estás— me dice Núñez con desprecio.

Me aguanto las ganas de darle un puñetazo y voy a ver a los pacientes que sí estaban libres.

Más tarde voy con Casper y éste estaba recogiendo unos lápices del suelo.

—te ayudo— voy rápido y levanto sus lápices de colores.

—siempre tan eficiente— sonríe. —creí que no vendrías.

—estoy hasta el cuello de trabajo pero tengo que venir. Eres mi paciente.

—gracias por no olvidarme, valoro lo que haces por mí a pesar de que todavía eres estudiante.

—no tienes nada que agradecer, lo hago con gusto porque amo mi carrera.

—ya ni recuerdo qué es amar algo— él se sienta en la cama.

—¿por qué lo dices? — me paro frente a él.

—mi vida cambió desde que enfermé. Mi mamá se distanció de mí a raíz de la muerte de mi padre y yo tuve que buscar mi propio camino. Y justo cuando creí que todo estaba bien, viene esta terrible enfermedad.

—me duele escuchar eso. Quisiera poder ayudarte— sobo su dorso.

—nadie puede ayudarme porque está es una guerra entre la enfermedad y yo.

—pero nosotros podemos motivarte a seguir adelante. Siempre es bueno tener a alguien a tu lado.

—de eso no tengo duda pero me he quedado sin amigos, sin trabajo y sin familia. Todos huyeron de mí al saber que estaba enfermo de gravedad.

—pues estuvo bien porque así la gente falsa se fue de tu vida y sus malas vibras con ellos. Ahora me tienes a mí, yo sí quiero ayudarte— tomo su mano y sentí un cosquilleo en el estómago que nunca antes había experimentado.

Él me mira fijamente con esos ojos grisáceos y grandes y dibuja una sonrisa mientras toma mi mano con la que tenía libre.
—gracias por tratarme como una persona y no solo como un saco de enfermedades, en tan poco tiempo te has convertido en mi amiga, más que mi doctora.

—me es un placer— le sonrío y lo suelto antes de que alguien pudiera vernos. —¿qué estás dibujando? — cambio de tema antes de que me pusiera torpe.

—las líneas que hacía ayer están tomando color.

—¿me las mostrarás algún día?

—cuando estén listas por supuesto.

—me encantará verlas.

—serás la primera que vea un dibujo hecho por mí.

—qué honor.

—no es gran cosa— juguetea sus lápices.

—me dio gusto verte, pero tengo que irme a ver a otros pacientes o no llegaré a casa para hacer mis tareas.

—no te preocupes, yo entiendo. Trata de descansar.

—haz lo mismo. Buenas noches— me atrevo a darle un beso en la mejilla y me retiro rápidamente.

Voy a ver a otros pacientes y el tiempo que iba a estar en el hospital se extendió más de lo que había pensado.

Llegué a mi casa como a las 2 de la mañana y todavía tenía tarea que hacer.

—¿qué haces despierto a esta hora, papá? — veo a mi padre en la cocina.

—acabo de llegar. ¿Dónde estabas tú?

—en el hospital, hoy todo fue un caos.

—¿quieres hablarlo? Así tomamos un café juntos.

—me encantaría pero tengo muchísima tarea que hacer y es para mañana. El café sí te lo acepto.

—duerme un poco, hija. Te puedes enfermar— me da la taza de café.

—lo haré— beso su mejilla y voy a mi habitación.

Empiezo a hacer las tareas como sea, sin ponerles mucha importancia y cuando me di cuenta, ya eran las 5 de la mañana y no había dormido nada ni avanzado lo suficiente. Me levanté de la silla y di unas vueltas mientras sorbeaba el café.
Regresé a sentarme y a continuar con la tarea.

—Alissa— escucho la voz de mi madre muy distante.
—cariño, son las 6:15, ¿a qué hora entras a la universidad?

Abro los ojos de golpe y me sobresalto.
—¡no puede ser! ¡Me dormí y no avancé en nada! ¡Entro a las 7!

—tranquila, guarda tus cosas mientras yo te pongo tu desayuno. ¿Piensas manejar así toda desvelada?

—ya lo he hecho antes, y gracias mamá— me meto a bañar y luego arreglo mis cosas rápidamente.

Mi familia estaba en la mesa desayunando muy tranquilamente y por un momento los envidié.

—Buenos días y adiós— les digo mientras mi mamá me da mi desayuno en una pequeña bolsa.

—¿no quieres que te lleve?— dice mi hermano.

—no, es demasiado tarde y tengo que llegar en 15 minutos para entregar la tarea por la que no dormí.

—te llevo en tu auto y te lo dejo en la universidad. Yo veo cómo regreso, así duermes otro poco.

Pienso un poco y mi mamá asiente.

—está bien— Dominique se levanta y vamos rápidamente al garaje para sacar mi auto.

Él empieza a conducir y yo me quedo dormida en cuanto me siento.

Afortunadamente llegué a tiempo y pude entregar el trabajo.

Los Colores de Alissa y CasperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora