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Pasé con Casper ya de noche, antes de irme.

—¿cómo estás?— le pregunto y beso su frente.

—mal, claro está— dice serio.

—perdóname por no estar contigo, tenía clases y mañana tengo exámenes teóricos y prácticos...

—no te preocupes, yo entiendo— me interrumpe.

—busqué a tus compañeros y te mandaron sus apuntes y las tareas. ¿Quieres que te ayude a pasarlos?

—no, yo lo haré cuando pueda.

—¿estás molesto?

—no. ¿Por qué?

—nunca me has hablado así.

—pues así es como reacciona alguien que en lugar de mejorar, empeora y empeora. Que no puede llevar una vida normal porque siempre cae en el hospital y nunca tiene una estabilidad. ¿Cómo quieres que me sienta?— espetó.

—perdón— bajo la mirada. —no quería que te molestaras. Pero no puedes desquitarte con las personas.

—déjame en paz. Debes tener muchas cosas que estudiar.

Me doy la vuelta y me voy sin decirle nada.

Llego a casa, saludo y paso sin quedarme a cenar.

—¿no vas a comer?— pregunta mi mamá.

—no— digo a secas y paso a mi cuarto.

Después de bañarme me siento en mi escritorio y me pongo a llorar. También me sentía impotente por no poder hacer nada por por Casper y que él pudiera ser normal. Pero no era maga para solucionarle la vida ni mucho menos.
Me sequé las lágrimas y empecé a estudiar.

Llaman a mi puerta pero no abro.

—pequeña, te traigo algo de cenar— oigo a mi madre.

—gracias pero no tengo hambre— continúo leyendo.

—tienes que comer algo, no puedes dormirte así.

—ya dije que no quiero. Si me da hambre yo busco algo.

Ya no me responde, así que sigo con lo mío.

Más tarde toca Courtney.

—¿estás bien?— me pregunta en cuanto le abro la puerta y me pongo a llorar en sus brazos.

—no, nada está bien— le cuento lo ocurrido en el día y ella se pone triste.

—bueno Alissa, es que no puedes curarlo y eso lo sabe. Lo único que puedes hacer es ayudarlo y cuidarlo.

—ya sé y me frustra que me hable así.

—tranquila, tú mejor que nadie sabe que los enfermos se comportan así y que no son ellos los que hablan, si no sus enfermedades. Así que tenle mucha paciencia.

—tienes razón— me seco las lágrimas. —gracias por escucharme.

—no tienes nada que agradecer— me abraza y me deja sola.

Sigo con lo mío y no me doy cuenta de la hora hasta que me dio hambre y vi que eran las 3 de la madrugada y no terminaba de estudiar.

Busco algo ligero y sigo.

En la mañana salí rumbo a la universidad pero al recibir el examen me quedé en blanco. Nunca me había pasado algo así y me desesperé todavía más.

Al final del día estaba molesta y quería llorar. Sandrine me abrazó y ahí aproveché para desahogarme.

Ella me consoló y me invitó un helado. Después nos fuimos a la siguiente clase hasta terminar el día.

En el hospital tuve mucho que hacer como siempre, así que volví con Casper en la noche.

—hola— toco la puerta.

—hola— me sonríe. —¿qué tal?

—bien, ¿tú cómo te sientes?

—mucho mejor, según la doctora Florencia pronto podré salir de aquí.

—me alegro— hago una mueca.

—perdón por haberte hablado tan feo ayer.

—no te preocupes. Es normal, no eras tú quien me hablaba, era tu enfermedad.

—pero aún así no eras quien para que desquitara mi coraje. Me siento muy mal, te lo juro.

—ya está olvidado— tomo su mano y le dedico una sonrisa.

—gracias. ¿Cómo te fue en tus exámenes?

—bien— miento pues yo mejor que nadie sabía que me había ido de todo menos bien.

—lo sabía, eres una excelente doctora— me da un beso en el dorso.

—no es para tanto— me rasco la cabeza. —¿pasaste tus apuntes?

—tuve todo el día, así que sí. Avancé con todo y ojalá los profesores entiendan.

—lo harán, no pueden reprobar a su mejor artista.

—no exageres— ríe.

—es la verdad. ¿Y nadie vino a verte?

—Florencia y una enfermera— ironiza divertido. —platiqué con ellas y les mostré los dibujos que hice de tarea.

—¿me los vas a mostrar?

—por supuesto— alcanza su libreta y me muestra los dibujos abstractos. Me explica y lo felicito.

—te ganaste algo— saco de mi bolsillo una pulsera que yo misma le había tejido.

—¿Tú la hiciste?— se la pongo y me ve contento.

—claro, ya es justo que te regale algo— le doy un beso en la frente.

—muchas gracias, cariño— besa mi dorso. —el naranja es mi color favorito. Nunca me quitaré esta pulsera, será como llevarte conmigo.

Le sonrío y le doy un beso en los labios.

Luego me despido y me voy a casa a hacer lo mismo de siempre.

Los Colores de Alissa y CasperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora